Discurso de Alejandro Lerroux

¿Revolución sin fronteras? A los «jóvenes bárbaros», vanguardia de sus fuerzas, dirigió Lerroux la exhortación titulada «¡Rebeldes, rebeldes!», breviario del radicalismo barcelonés:

«Rebelaos contra todo: no hay nada o casi nada bueno. Rebelaos contra todos: no hay nadie o casi nadie justo.

Sed arrogantes… Sed imprudentes… Sed osados… Luchad, hermosa legión de rebeldes…

Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura, destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo a las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie, penetrad en los registros de la propiedad y haced hogueras con sus papeles, para que el fuego purifique la infame organización social, entrad en los hogares humildes y levantad legiones de proletarios para que el mundo tiemble ante sus jueces despiertos.

Hay que hacerlo todo de nuevo, con los sillones empolvados, con las vigas humeantes de los viejos edificios derrumbados, pero antes necesitamos la catapulta que abata los muros y el rodillo que nivele los solares…

Seguid, seguid… No os detengáis ni ante los sepulcros ni ante los altares. No hay nada sagrado en la tierra… El pueblo es esclavo de la Iglesia… Hay que destruir la Iglesia… la tradición, la rutina, los derechos creados, los intereses conservadores, el caciquismo, el clericalismo, la mano muerta, el centralismo y la estúpida contextura de partidos y programas…

Muchachos, haced saltar todo eso como podáis… Luchad, matad, morid…»

Jesús Pabón, Cambó, p. 231 y 232.

 

 

 

Perspectivas

Un partidario de la radio y de la película como medios de enseñanza ha escrito un libro: The decline of the writen word (El ocaso de la palabra escrita), en donde, con alegre convicción, vaticina un porvenir próximo en el cual los niños se alimentarán con reproducciones cinematográficas y con palabras habladas. ¡Enrome paso hacia la barbarie! ¡Eficacísimo medio para paralizar en la juventud el pensamiento y mantenerla en un estado de puerilidad y además, probablemente, sumergirla en profundo aburrimiento!

La barbarie no sólo puede coexistir con una elevada perfección técnica, sino que puede ir unida también a la general difusión de la enseñanza pública. Inferir el grado de cultura por el retroceso del analfabetismo es ingenuidad de un periodo ya superado. Cierta cantidad de conocimientos escolares no garantiza en ningún modo la posesión de cultura. Observando el estado espiritual general de nuestro tiempo, ¿podría calificar alguien de pesimista exagerado al que se expresara en término plañideros como los siguientes?

Por doquiera pululan el error y la mal inteligencia. Más que nunca parecen los hombres esclavos de vocablos y de lemas, que les inducen a matarse unos a otros.

Johan Huizinga, Entre las sombras del mañana, p. 195