La lucha contra la máquina: el ludismo


En los primeros tiempos de la industrialización, las leyes antiasociativas de fines del siglo XVIII y principios del XIX (las Combination Acts inglesas o la ley Le Chapelier francesa) llevaron a los trabajadores a un tipo de revuelta espontánea y desorganizada.

Su acción se dirigía con frecuencia contra los instrumentos de producción, a los que se consideraba responsables del paro y de los bajos salarios. Aunque también sufrían sus protestas los empresarios y el Estado.

Estas primeras formas de resistencia obrera recibieron el nombre de ludismo y su principal manifestación consistió en la destrucción o incendio de máquina y establecimientos fabriles.

El maquinismo supuso muy pronto el deterioro de las condiciones de trabajo de los obreros y, al principio, dejó a muchos sin trabajo. De las 800.000 personas que en el año 1800 trabajaban en los telares manuales de Inglaterra, en 1834 sólo quedaban 200.000. Por ello, en las primeras décadas del siglo se produjeron muchos levantamientos de obreros y campesinos que protestaban contra la el sistema fabril.

La lucha contra la máquina llegó a ser una manera de defender el puesto de trabajo y también de intimidar a los empresarios en el momento de conflicto laboral.

Gran Bretaña conoció cuatro grandes oleadas ludistas entre 1811 y 1816 y posteriormente el movimiento se extendió por toda Europa.

El movimiento ludista tuvo, sin embargo, una vida relativamente corta. Pronto los dirigentes obreros comprendieron que sus enemigos eran los empresarios, no las máquinas.

El ludismo


Como consecuencia de la revolución industrial y de los cambios políticos acaecidos en los inicios de la sociedad contemporánea, se inició un proceso de transformación que puso fin a los estamentos. Aparecieron en su lugar las clases, grupos sociales organizados en función de la riqueza y el mérito. De entre ellos cabe destacar la burguesía y la clase trabajadora o proletariado, que sería el protagonista del movimientos obrero. Dedicaremos los siguientes minutos a explicar el movimiento ludista. En otros vídeos abordamos cuestiones como la sociedad de clasesla ciudad industrial, el origen del movimiento obrero, el origen del sindicalismo, el cartismo, socialismo utópico, marxismo, anarquismo e internacionales obreras.

 

San Martín, el libertador del sur

Artículo publicado por la web Club Lorem Ipsum el 20 de abril de 2007.


“La vida de San Martín es un destacado ejemplo del efecto del desconsuelo de la España náufraga –de Trafalgar a la invasión napoleónica-, de cuyo hundimiento, que se consideró irremediable, trató de salvarse como argentino, aferrándose a una tabla de salvación americana”.

En la obra del profesor Ramos Pérez se percibe la vida de José de San Martín como dividida en dos etapas bien diferenciadas: aquella en la que sirve como militar a la Corona española, y el periodo en el que lucha por la independencia de su tierra natal. El viaje que le llevó, con escalas en Lisboa y Londres, de Cádiz a Buenos Aires en 1811 marcaría, pues, la frontera entre ambas.

La cita que se ofrece al principio del texto, extraída de la introducción de la biografía, justifica precisamente esta afirmación. En la primera parte de su vida San Martín es víctima del “desconsuelo de la España náufraga”, y en la segunda se aferra “a una tabla de salvación americana”. Sin embargo, no hemos de pensar, y así nos lo hace entender el autor, que en la vida de este gran personaje se produjo una enorme ruptura entre su servicio a España y su lucha por la independencia americana.

El desarrollo personal, ideológico y militar del “libertador del Sur” fue algo continuo: su experiencia española le facilitará su posterior tarea iberoamericana.

José de San Martín se forjó militarmente en las guerras de finales del siglo XVIII en las que España se vio inmersa. Hay que destacar también otra experiencia adquirida por el joven americano durante esos años: empezó a ser consciente de que el imperio hispánico se encontraba en plena decadencia, indefenso ante los ataques exteriores.

Vio claramente como las demás potencias europeas, especialmente los británicos, esperaban sacar el mayor provecho de esa debilidad. Y lo que es más importante, los diplomáticos españoles estaban dispuestos a sacrificar los territorios americanos para salvar la integridad ibérica. Ejemplo de esto fue, en concreto, la cesión de Santo Domingo a Francia. Además, San Martín se sintió defraudado por la errática y extraña política exterior de España en la última década de siglo.

El naufragio español, cuya plasmación más evidente fue la delicada situación de Cádiz durante la segunda ofensiva francesa, encaminó al hombre de armas hacia el destino que le deparaba la Historia: buscar la salvación en América. No se trataba, pues, de una traición a la Corona que defendía, la de los borbones. San Martín se retira de la península con el afán de servir a la patria de la manera que él entiende que ha de hacerlo.

El “libertador del Sur” recibió durante los años de servicio a España una excelente preparación para la misión que le esperaba. Tanto los conocimientos adquiridos en el ejército español, como los aprendidos en la lucha contra la moderna maquinaria bélica napoleónica, le permitieron desempeñar exitosamente su tarea al servicio de la independencia americana.

Sin embargo, José de San Martín desembarcó en Buenos Aires en el año 1811 con otras lecciones bien sabidas. En primer lugar, era consciente de la estrecha conexión entre los acontecimientos peninsulares y los de sus virreinatos. Todo lo que sucedía en los territorios europeos tenía sus consecuencias en América: era como un espejo donde se reflejaban importantes hechos como la batalla de Trafalgar, el Motín de Aranjuez y las Cortes de Cádiz.

En segundo término, como ya hemos indicado anteriormente, este militar llegaba a Río de la Plata con la imagen de una España arruinada, perdida. Viajaba a su tierra natal, no como un traidor, sino como un superviviente que trata de salvar lo que se mantiene en pie después de un desastre. Miraba por el bien de América sin ir contra la Corona de los borbones. Es más, sólo se embarcó para Buenos Aires cuando la derrota española parecía inevitable. Por eso, no es de extrañar que, con el regreso de Fernando VII, buscase una solución monárquica de tipo borbónico para el ámbito rioplatense.

Durante su estancia en América San Martín se limitó a cumplir las misiones que, como alto mando de tipo militar, le eran encomendadas. Sus intervenciones en política fueron sorprendentemente escasas para lo habitual en un hombre de su prestigio y con semejante poder. Estaba convencido de que el ejército no debía intervenir en la vida pública. Por esa razón, tan sólo hizo uso de la fuerza contra las autoridades constituidas cuando entendió que esta era necesaria para la estabilidad política.

Es más, una vez finalizadas las operaciones –vease su temprana intervención contra Pueyrredón-, desaparecía de escena dejando el protagonismo de la reconstrucción a los profesionales de la política. La estabilidad nacional era un valor fundamental en la ideología de San Martín, por eso no dudó nunca en sacrificar sus deseos o planes con el fin de conseguirla para su tierra.

Quizás el punto culminante de esta forma de actuar fuese su exilio a Europa tras la entrevista con Simón Bolívar.

José de San Martín se nos presenta, al fin y al cabo, como un hombre cumplidor, sacrificado y fiel. Nos encontramos ante un buen militar que, sin llegar a ser genial en el campo de batalla, supo organizar a la perfección sus ejércitos para lograr una victoria tras otra. Prudente en el arte de la política y en cada movimiento estratégico de tipo bélico, era también capaz de arriesgar en los momentos en los que la situación lo requería.

Esa mezcla de trabajo incasable, cautela y actuaciones fugaces conformaron la personalidad de ese soldado que llegó a Buenos Aires en 1811 tras curtirse en las guerras hispánicas. Fueron también esas tres características, unidas a una sorprendente capacidad de autorrenuncia, las que unos años después le empujaron a abandonar las tierras donde conquistó la gloria.

Bibliografía:

[1] San Martín, el libertador del sur; Demetrio Ramos Pérez – Madrid – Anaya – 1988.

[2] Historia Universal Contemporánea I; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[3] La emancipación de Hispanoamérica; Jaime Delgado Martín

[4] Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826; John Lynch – Barcelona – Ariel- 2008.