Acabada la guerra con Alemania, el poder soviético se vio rápidamente contestado, tanto por los antiguos partidarios del zar como por las fuerzas burguesas que habían apoyado al gobierno provisional:
- Kerenski lanzó una ofensiva contra la capital que fue detenida por la Guardia Roja.
- La Duma municipal de Petrogrado, dominada por los socialistas, hizo un llamamiento a la población para que resistiese el envite bolchevique.
- Los funcionarios de los ministerios y de la banca iniciaron una huelga.
Sin embargo, las dificultades del nuevo régimen no habían hecho más que empezar, puesto que, con el objetivo de derrocarlo, antiguos militares zaristas, unidos a varias partidas de cosacos, formaron el llamado Ejército Blanco.
Comenzaba la guerra civil, que se prolongó durante más de tres años (1917-1921).
Las fuerzas contrarrevolucionarias se vieron incrementadas cuando, acabada la I Guerra Mundial, las potencias vencedoras decidieron intervenir contra la Rusia revolucionaria. Esta hubo de enfrentarse a un bloqueo internacional y a la invasión de tropas francesas, inglesas, polacas, americanas y japonesas.
Así, en marzo de 1918, los soviets solamente controlaban los alrededores de Petrogrado y Moscú, que se convirtió en la capital.
Para afrontar la nueva situación, los bolcheviques encargaron a Trotski que organizase el Ejército Rojo. Este, formado inicialmente por voluntarios, muy pronto comenzó a obtener las primeras victorias.
Una firme disciplina, una gran capacidad para movilizar las tropas y la adopción de medidas revolucionarias que facilitaron el apoyo de los campesinos, dieron el triunfo a los bolcheviques.
La victoria de los bolcheviques en la guerra civil no se debió única y exclusivamente a sus propios méritos, sino también a las divergencias entre los generales del Ejército Blanco.