Consecuencias demográficas.
La I Guerra Mundial se convirtió en una hecatombe demográfica sin precedentes. Se estima que murieron alrededor de 9 millones de personas y más de 21 millones sufrieron heridas de consideración. Todo ello sin contar con la lógica reducción de la natalidad en esos años.
A estas circunstancias deben añadirse los daños ocasionados por algunas epidemias: la gripe de 1918, conocida como “gripe española”, provocó millones de muertos. Además, los excombatientes tuvieron que adaptarse a su nueva vida y los mutilados a vivir con una pequeña pensión del Estado.
Otro capítulo es el de los millones de desplazados a causa del cambio de fronteras, o el del genocidio de pueblos, como fue el caso de los armenios.
También tuvo lugar un cambio significativo fue el de la participación de la mujer en el mundo laboral. Al faltar mano de obra –debido a que los hombres estaban en el frente-, ocuparon su puesto en las fábricas, ocasionando el crecimiento de la mujer en los oficios fuera del hogar.
Consecuencias económicas.
Los costes económicos supusieron el 30% de la riqueza nacional francesa, el 22% de la alemana, el 26% de la italiana… Los gobiernos gastaron sumas enormes en pagar los costes de la guerra y tuvieron que recurrir a los préstamos estadounidenses.
Mientras Europa salía debilitada, endeudada y con importantes zonas devastadas, Estados Unidos aumentaba su poder económico. Su producción creció un 12% entre 1913 y 1919, y los préstamos realizados a los aliados le convirtieron en el banquero del mundo.