El fin de la Segunda Guerra Mundial hacía inevitable la independencia de los territorios controlados por los “antiguos imperialismos” francés y británico. Los Estados de la región acceden, efectivamente, en 1945 y 1946 a una soberanía que, en algunos casos, seguirá siendo teórica. Sin embargo, los británicos se aferrarán a Palestina. Ceder ante los sionistas sería comprometer largo tiempo su posición en el mundo árabe; ceder ante los árabes sería entrar en contradicción con el deseo claramente expuesto por los Dos Grandes, que en Yalta se habían puesto de acuerdo sobre la creación de un Estado judío, y chocar con la opinión pública occidental, que deseaba garantizar al pueblo hebreo un remanso de paz después del holocausto.
Alain Duret, Oriente Medio. Crisis y desafíos, p. 39.