La presencia de los británicos en el lugar provoca rápidamente una situación insostenible. Antes incluso del fin de la guerra, las milicias judías de Stern e Irgun -grupos terroristas sionistas creados respectivamente en 1940 y 1935, y disueltos por las autoridades israelíes tras el fin de la guerra de independencia- emprendieron acciones terroristas (atentado contra el Cuartel General británico en Jerusalén, el hotel King David, en julio de 1946); el Haganah, ejército oficial de la comunidad judía, se une a ellas a partir de 1945. Cuando el gobierno laborista de Clement Attlee pide a las Naciones Unidas, en febrero de 1947, que apoyen una solución al problema, su posición no está exenta de segundas intenciones: espera que, dada la complejidad del problema, la joven organización dé carta blanca al Reino Unido. Pero no sucede nada de eso; a finales de agosto la ONU se muestra unánime: el mandato británico debe finalizar. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de la ONU aprueba, por mayoría de dos tercios (33 a favor, 13 en contra, 10 abstenciones), el primer plan de reparto de Palestina. Los británicos anuncian que se irán el 15 de mayo de 1948.
Alain Duret, Oriente Medio. Crisis y desafíos, p. 40.