La historia como conocimiento

Aprovechamos la ocasión para subrayar en qué medida nuestro análisis teórico pone de manifiesto una riqueza en consecuencias prácticas: de esta riqueza deriva la que yo gusto de llamar la «regla del epílogo». Todo estudio histórico que no recorra su objeto «desde los orígenes hasta nuestros días» tiene que comenzar por una introducción que muestre los antecedentes del fenómeno estudiado y finalizar con un epílogo que trate de responder a esta cuestión: ¿Qué sucedió después?» Ningún estudio debe empezar ni acabarse de un modo brusco, como en el cine se ilumina al principio la pantalla y se oscurece al final. La historia de Lutero no se puede exponer sin evocar antes lo que había llegado a ser la piedad católica y la teología nominalista a finales del siglo XV; tampoco la de la Francia religiosa del siglo XIX sin explicar previamente cómo pudo prepararse la explosión de la Regencia y la irreligiosidad triunfante del siglo XVIII.

Henri-Irénée Marrou, El conocimiento histórico, p. 37.