Nuestra era del reclamo no conoce esa restricción de los medios. El reclamo sobrecarga toda idea con tantas sugestiones como pueda soportar. Impone sus lemas al público, como verdades dogmáticas, colmadas de todos los sentimientos posibles de aversión y sublimación. El que tiene un lema que manejar -aunque sea sólo un término político, como racismo, bolchevismo, etc.- tiene un palo para pegar al perro. La publicidad política vende al por mayor palos para pegar a perros, y excita en sus clientes un estado de delirio, que les hace ver perros en todas partes.
El heroísmo de las camisas coloreadas y los saludos con la mano en alto no significa en realidad mucho más que un primitivo refuerzo del sentimiento colectivo. Ese conjunto de “nosotros y los nuestros”, que se llama partido, ha monopolizado el supremo heroísmo, y lo otorga a quien le sirve. Mirados desde el punto de vista sociológico, tales refuerzos del sentimiento colectivo -sentimiento del “nosotros”- son de trascendental importancia.
Johan Huizinga, Entre las sombras del mañana, p. 151