Heroísmo II

Nietzsche, que fue discípulo de Burckhardt, ha desarrollado sus ideas acerca del supremo valor humano, tomando como punto de partida complicaciones espirituales muy diferentes de las que conociera el espíritu tranquilamente contemplativo de su maestro. Sobre la absoluta desesperación del valor de la vida, Nietzsche llega a proclamar su ideal de héroe. Encumbra a éste en una esfera, en donde el espíritu ha dejado muy atrás todo lo que se llama orden del Estado y convivencia social. Es una idea del profeta fantástico, buena para poetas y sabios, no para políticos y ministros.

Hay algo trágico en el hecho de que la degeneración del ideal heroico haya tenido su punto de partida en el éxito superficial que gozó la filosofía de Nietzsche cuando, hacia 1890, penetró en amplios círculos. La idea del poeta filósofo, nacida de la desesperación, se extravió en la calle, antes de haber pasado por los vestíbulos del puro pensamiento. El estúpido ambiente que reinó a fines del siglo hablaba del superhombre como si se tratará de su hermano mayor. Esta vulgarización prematura del pensamiento de Nietzsche ha sido sin duda la que ha iniciado este modo de pensar que ahora eleva el heroísmo a la categoría de lema y programa.

Con todo ello ha sufrido el concepto de héroe una inversión increíble, que le roba su sentido más profundo. El galardón de héroe, aún cuando la retórica lo haya otorgado a veces a personas vivas, ha permanecido en realidad siempre reservado a los muertos; como el de santo. Era el premio que la gratitud de los vivos concedía a los muertos. Los hombres no partían a la guerra para ser héroes, sino para cumplir con su deber.

Johan Huizinga, Entre las sombras del mañana, p. 148

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.