Nadie podrá quitarnos la confianza en el trabajo, la fe en la posibilidad de salvación y el valor para conseguirla. No preguntamos por los que van a recoger el fruto de nuestro trabajo. El rey Necao d Egipto -segun cuenta Herodoto-, intentó abrir el istmo entre el Nilo y el Mar Rojo. Se le informo de que ya 120.000 hombres habían perecido en esa labor y de que el trabajo no adelantaba. El rey consultó a un oráculo, y este dijo: trabajáis para el extranjero (¡oh Cambises, oh Lesseps!). Y el rey desistió del trabajo. Pero nuestro tiempo, pese a las advertencias de cien oráculos, diría: no importa, sigamos trabajando.
Johan Huizinga, Entre las sombras del mañana, p. 202