Citaré el ejemplo, ya clásico, que propuso Ch. Morazé: consideremos el advenimiento de Jules Ferry a la jefatura del gobierno francés. Su historiador habrá de establecer, evidentemente, las circunstancias concretas de su acceso al poder, las negociaciones que le llevaron a alcanzarlo y la situación parlamentaria francesa en septiembre de 1880. ¿Parlamentaria? Digamos más en general y más profundamente la situación política y, por lo tanto, social, económica, etcétera. ¿Francesa? No cabe pasar por alto la coyuntura internacional: la encuesta se irá ampliando con nuevos registros. Pero volvamos a Jules Ferry. ¿Quién es este hombre? Un temperamento, una psicología, la culminación, en 1880, de una historia personal ya dilatada (nuestro colega, el psicoanalista, insistirá en que se prolongue hasta la etapa prenatal); pero el hombre Ferry, ¿es solamente el producto de una evolución iniciada en el instante de su concepción? Jules Ferry es también Saint-Dié, la emigración alsaciana, los algodoneros de Mulhouse, el protestantismo francés, etc. (pues habríamos de remontarnos hasta los orígenes del cristianismo). Pero hay también otra pista: la burguesía industria,el hundimiento de los precios agrícolas y una nueva serie de circunstancias que nos llevará, a través del estudio de las estructuras agrarias, de la campiña francesa, hasta las roturaciones de la prehistoria. Y todo esto no son sino indagaciones que nuestra mente concibe como posibles; pero también sabemos en qué medida depende del azar la posibilidad de que cada una ocurra; resulta igualmente legítimo postular la existencia de otras series causales, además de las enumeradas.
Henri-Irénée Marrou, El conocimiento histórico, p. 46.
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