Explica el proceso que condujo a la unidad monetaria y a la banca moderna


SEXAGÉSIMO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

Si bien la banca moderna como tal no comenzó a desarrollarse hasta mediados del siglo XIX, puede afirmarse que la primera entidad financiera de titularidad pública en España fue el Banco Nacional de San Carlos, fundado en 1782 para administrar la deuda pública. Ahora bien, como se ha indicado, el mercado financiero español careció de dinamismo hasta la aprobación de la Ley de Banca de 1855 y la aparición del Banco de España al año siguiente.

A partir de esa fecha, el sector creció notablemente, si bien se vio afectado, en la década siguiente, por la crisis financiera de 1866. La principal consecuencia de ese acontecimiento fue la restructuración del sector en dos tipos de entidades: de un lado el Banco de España, que tenía el monopolio de la política monetaria y la emisión de moneda; y del otro la banca privada, que preciso de un proceso de fusiones y absorciones donde destacaron los bancos de Barcelona, Bilbao y Santander.

En líneas generales puede afirmarse que las entidades bancarias del siglo XIX sirvieron fundamentalmente para financiar la política estatal y captar recursos externos para inversiones públicas a través del sistema de deuda. Es decir, apenas desempeñaron funciones relacionadas con el desarrollo productivo.

En lo que a la moneda se refiere, hay que tener en cuenta, en primer término, que durante la primera mitad del XIX España careció de unidad y orden monetario. Así, esa diversidad entorpeció de manera notable el comercio interior y los intercambios. A pesar de los esfuerzos por solventar esas carencias, la reforma definitiva del sistema no se produjo hasta 1868. Los responsables políticos de la primera etapa del Sexenio Democrático lograron establecer una unidad monetaria en torno a la peseta, que equivalía en su momento a cuatro reales. Y, aunque su uso tardó en generalizarse, al final de la centuria se había convertido en la unidad de uso común para la mayor parte de las transacciones económicas.