Características del conflicto


A comienzos de 1914 las grandes potencias, tanto europeas –Francia, Inglaterra, Austria-Hungría, Alemania y Rusia- como extraeuropeas –Japón y EE.UU.-, llevaban varias décadas sin protagonizar enfrentamientos. Sin embargo, ese mismo verano comenzó la que, hasta los años del III Reich, fue la guerra más sangrienta de la Historia. El conflicto se prolongó hasta 1918.

Cierto es que los enfrentamientos no habían estado ausentes durante los años anteriores, pero ninguno de ellos tuvo la magnitud y repercusión del de 1914. La Gran Guerra se diferenció de las demás en que fue un conflicto de carácter mundial y total, que, además, hizo posible la aceleración del ritmo histórico. Estas características no las encontramos en las guerras anteriores a 1914:

– En ninguna, salvo en la de Crimea –Inglaterra, Francia y Rusia- se vieron involucradas buena parte de las potencias.

– Generalmente, a excepción de la Guerra Civil norteamericana, fueron guerras rápidas.

– Salvo raras excepciones –guerra ruso-japonesa (1905)- ninguna potencia había visto rebasadas sus fronteras por el enemigo.

– Mayoritariamente eran guerras coloniales, roces entre imperios, que no repercutían en la población de la metrópoli: se trataba de un frente lejano.

Guerra Mundial.

Se puede hablar de “guerra mundial” por las siguientes razones:

– Por el número y relevancia de los participantes; es decir, todas las potencias europeas y extraeuropeas con sus respectivas colonias.

– Por el objetivo de la misma, que no era otro que mantener o alcanzar, depende de la nación, la hegemonía mundial.

– Por las técnicas empleadas; especialmente la guerra naval y las innovaciones militares.

A la mundialización del conflicto contribuyó la duración del mismo, que permitió a potencias no beligerantes en un principio –EE.UU. y Japón- entrar en la guerra en los años finales de la misma. De esta manera, aunque se preveía un enfrentamiento corto, el fracaso de los planes de los respectivos Estados Mayores –Plan Schlieffen y plan XVII- propició la prolongación de este: se pasó, con la estabilización del frente, de los movimientos estratégicos a la guerra de trincheras.

En lo que a los bandos se refiere, las potencias se agrupaban en un principio en:

– Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia); coalición que poseía un total de 116 millones de habitantes, una posición compacta en el centro continental y el importante peso industrial de Alemania.

– Triple Entente (Inglaterra, Rusia, Francia, Serbia y Bélgica); con 136 millones de habitantes, el potencial demográfico ruso, la capacidad militar francesa y el peso económico británico. Como contrapartida hay que señalar su escasa cohesión en cuanto a los objetivos y la posición geográfica.

No obstante, la presión de los combatientes, el sentimiento beligerante de los neutrales y una opinión pública interior favorable a la intervención, propiciaron que en esta guerra acabaran interviniendo casi cuarenta países. De esta manera, pasaron a engrosar las filas de la Entente Italia -tras abandonar la Triple Alianza-, Grecia, Japón, Portugal, EE.UU. y algunos otros estados americanos; mientras que Turquía y Bulgaria se unieron a la Triple Alianza.

Guerra Total.

La Gran Guerra fue un evento de carácter global. No solo afectó al frente, sino al conjunto de la población de los países combatientes; incluso también a los no beligerantes. Este conflicto, que inauguró el modelo de guerra moderna, afectó al frente de batalla y a la retaguardia; a los soldados y a las mujeres, niños y ancianos que permanecieron en sus casa; a las trincheras y a las ciudades; a los cañones y a las plumas y pinceles… La guerra iniciada en 1914 empapó todos los ámbitos de la vida europea y, en cierto modo, mundial. La Gran Guerra inauguró un nuevo modelo de conflicto que, como señaló Winston Churchill, sorprendió a sus propios contemporáneos:

“En 1938, los pueblos ya estaban habituados a la idea de que la guerra amenazara la estructura de la civilización, mientras que en 1914 todos los interesados todavía lo consideraban un breve encuentro que sólo afectaba a los militares, y no a la población civil”.

Se trataba, pues, de una guerra total fundamentalmente por tres razones:

– Toda la población fue movilizada.

– El suministro de armamento y víveres exigían que la economía estuviese al servicio de la guerra y de las nuevas técnicas empleadas en esta.

– Los problemas de organización del conflicto reforzaron el papel gestor del Estado.

Movilización de la población.

La Gran Guerra movilizó físicamente a todos los ciudadanos de las potencias beligerantes, bien porque los llevó al frente de batalla, o bien porque, en la retaguardia, trabajaron para mantener dicho frente. El conflicto también afectó anímicamente a la población de las naciones combatientes. Durante los primeros meses de guerra los distintos territorios se vieron invadidos por una ola de nacionalismo romántico que lo embargó todo; y esto se dejó notar tanto en la euforia de las manifestaciones populares como en el alto número de alistamientos. Se trató, pues, de lo que muchos han denominado después como una “euforia de la catástrofe”: los grandes estados caminaban con júbilo hacia una guerra destructiva que, a sus ojos, se mostraba como algo necesario y heroico.

Así manifestaban en sus memorias de esa época esta “euforia de la catástrofe” Stefan Zweig y Sebastian Haffner:

(Stefan Zweig, El mundo de ayer) En honor a la verdad debo confesar que en aquella primera salida a la calle de las masas había algo grandioso, arrebatador, incluso cautivador, a lo que era difícil sustraerse. Y, a pesar del odio y la aversión a la guerra, no quisiera verme privado del recuerdo de aquellos primeros días durante el resto de mi vida; miles, cientos de miles de hombres sentían como nunca lo que más les hubiera valido sentir en tiempos de paz: que formaban un todo.

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “No tenía ni idea de que fuera posible mantenerse al margen de aquella locura festiva generalizada. Ni de lejos se me pasó por la cabeza la idea de que pudiera haber algo malo o peligroso en una cosa que causaba una felicidad tan obvia y regalaba aquellos estados de alegre embriaguez tan poco frecuentes”.

Labor de los intelectuales.

Al júbilo de las masas se unió la tarea en favor de la guerra de algunos intelectuales, que vieron en este conflicto algo purificador y beneficioso para la civilización, al tiempo que proclamaron que era necesario defender la cultura nacional de la extranjera por medio de la lucha. En sus obras trataron de representar la renovación espiritual que suponía esa guerra, llamada a romper con la monotonía del mundo burgués y a resaltar el sentimiento nacional que superaba las divisiones y enfrentamientos sociales. Surgieron así numerosos intelectuales que, encarnando las figuras de guías y abanderados, encaminaron a las distintas naciones hacia esa purificación cultural. Veamos como representa Stefan Zweig ese papel de la intelectualidad:

(Stefan Zweig, El mundo de ayer) “Llovían en abundancia los poemas que rimaban krieg (guerra) con sieg (victoria) y not (penuria) con tod (muerte). Los escritores juraron solemnemente que jamás volverían a tener relación cultural con ningún francés ni inglés (…) De repente, los filósofos no conocían otra sabiduría que la de explicar la guerra como un benéfico baño de aguas ferruginosas que guardaba del decaimiento a las fuerzas de los pueblos (…) El poemita, musicado y adaptado para coro, se representó en los teatros; entre los setenta millones de alemanes pronto no había ni uno que no supiera el Canto de odio a Inglaterra de cabo a rabo, como también pronto lo supo el mundo entero (aunque, claro está, con menos entusiasmo). De la noche a la mañana, Ernst Lissauer conoció la fama más ardiente que ningún otro poeta consiguiera en aquella guerra…”

De esta manera, como a continuación nos volverá a relatar Stefan Zweig, los ciudadanos europeos, y especialmente los jóvenes, se lanzaron a vivir aquella gran aventura que se les presentaba, de una forma engañosa, como algo romántico: una experiencia única.

(Stefan Zweig, El mundo de ayer) Por Navidad volveremos todos a casa (…) Una veloz excursión al romanticismo, una aventura alocada y varonil: he aquí cómo se imaginaba la guerra el hombre sencillo de 1914, y los jóvenes incluso temían que les faltara este maravilloso en su vida; por eso corrieron fogosos a agruparse bajo las banderas, por eso gritaban y cantaban en los trenes que los llevaban al matadero…

La Guerra invadió todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos pertenecientes a las distintas potencias beligerantes. De esta forma, en lo que a la vida de un niño se refiere, es lógico pensar que el conflicto irrumpiese en sus juegos y diversiones. Eso es justamente lo que nos viene a mostrar Sebastian Haffner en Historia de un alemán. En unas pocas páginas el autor nos describe el “juego de la guerra”; inofensivo en apariencia, pero con nefastas consecuencias: esa excitante diversión, acabó, en opinión del autor, formando la “generación de los nazis”.

“Para un niño que viviese en Berlín una guerra era, evidentemente, algo en extremo irreal: tan irreal como un juego. No había ataques aéreos ni bombas. Había heridos, pero solo a distancia (…) Lo importante era la fascinación que ejercía el juego de la guerra: un juego en el que, según las reglas secretas, el número de prisioneros, los territorios invadidos, las fortalezas conquistadas y los barcos hundidos desempeñaban aproximadamente el mismo papel que los goles en el fútbol (…) Mis amigos y yo jugamos a lo largo de toda la guerra, durante cuatro años, impune y libremente, y fue este juego (…) lo que dejó marcas peligrosas en todos nosotros”.

Material y técnica de guerra empleados.

El conflicto, y fundamentalmente la duración del mismo, favorecio el desarrollo de las innovaciones en el campo de la guerra. Sin embargo, es necesario distinguir, para entender esos avances, entre los dos tipos de guerras que se estaban desarrollando:

– Guerra tecnológica: se desarrollaron nuevas formas y técnicas de combate, entre las que destacaron la utilización del camuflaje y de los gases, y la invención de los submarinos y los tanques.

– Guerra psicológica: la propaganda adquirió durante este conflicto un papel del que hasta ese momento nunca había disfrutado. Los métodos propagandísticos, como medios de unión entre el frente y la retaguardia, pasaron a invadir todos los ámbitos de la vida cotidiana de los ciudadanos de las potencias beligerantes y neutrales. Se trató, pues, de lograr atacar al enemigo y contrarrestar al mismo tiempo los efectos de su propaganda; pero también de dar moral al ejército y al pueblo, evitando, a ser posible, la aparición de movimientos contrarios a la guerra. Volvamos otra vez sobre la obra de Stefan Zweig para hallar algún ejemplo de esa propaganda:

(Stefan Zweig, El mundo de ayer) “…las historias sobre ojos vaciados y manos cortadas, que en todas las guerras comienzan a circular puntualmente al tercer o cuarto día, llenaban los periódicos. Ah, los ignorantes que difundían tales mentiras no sabían que la técnica de culpar a los soldados enemigos de todas las crueldades imaginables forma parte del material bélico tanto como la munición y los aviones…”

También podemos encontrar algunos de esos elementos propagandísticos en la infantil visión de las relaciones internacionales que nos presenta Sebastian Haffner:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “Un niño de siete años como yo (…) supo enseguida no sólo el qué, cómo y dónde de la guerra, sino incluso el porqué: supe que la culpa de todo la tenían el ansia revanchista de Francia, el afán de protagonismo de Inglaterra y la brutalidad de Rusia (…) Pedí que me enseñaran el mapa de Europa, con solo un vistazo supe que “nosotros” probablemente acabaríamos con Francia e Inglaterra, pero experimenté un sordo sobresalto al ver el tamaño de Rusia, si bien acepté el consuelo de que los rusos compensaban su aterrador número con una estupidez y depravación increíbles…”

Como todos los alemanes, el protagonista de esta obra se vio afectado por la propaganda de guerra. Descubrimos por medio de sus palabras los prejuicios más habituales de los ciudadanos del II Reich: el revanchismo francés, el afán de protagonismo inglés, y la estupidez de los rusos. Es, pues, un claro ejemplo de cómo la propaganda influyó en el pensamiento de las personas, y un testimonio de gran valor, ya que así conocemos en que dirección iba esa labor propagandística: defender la superioridad del pueblo alemán y su inocencia ante el estallido de un conflicto impuesto desde fuera.

Además, también se muestra en ésta obra la complicada situación geoestratégica en la que se encontró la nación alemana a lo largo del conflicto: entre dos frentes. Sin embargo, por encima de todo hay que destacar la ya citada invasión, por parte de la Guerra, de la vida cotidiana de los individuos y las familias. Los alemanes, bien por medio de una prensa cada vez más desarrollada, o por las carencias propias del contexto bélico en que se encontraban, vivieron el conflicto con una cercanía no experimentada hasta entonces en ninguna guerra anterior.

Las canciones de la guerra.

En la guerra psicológica y publicitaria que venimos describiendo jugó un papel importante la música, bien fuera pacifista o belicista. A continuación veremos algunos ejemplos anglosajones, que fueron sin duda los que más repercusión tuvieron:

It’s a Long Way to Tipperary

Up to mighty London came
An Irish lad one day,
All the streets were paved with gold,
So everyone was gay!
Singing songs of Piccadilly,
Strand, and Leicester Square,
‘Til Paddy got excited and
He shouted to them there:

It’s a long way to Tipperary,
It’s a long way to go.
It’s a long way to Tipperary
To the sweetest girl I know!
Goodbye Piccadilly,
Farewell Leicester Square!
It’s a long long way to Tipperary,
But my heart’s right there.

Paddy wrote a letter
To his Irish Molly O’,
Saying, “Should you not receive it,
Write and let me know!
If I make mistakes in “spelling”,
Molly dear”, said he,
“Remember it’s the pen, that’s bad,
Don’t lay the blame on me”.

It’s a long way to Tipperary,
It’s a long way to go.
It’s a long way to Tipperary
To the sweetest girl I know!
Goodbye Piccadilly,
Farewell Leicester Square,
It’s a long long way to Tipperary,
But my heart’s right there.

Molly wrote a neat reply
To Irish Paddy O’,
Saying, “Mike Maloney wants
To marry me, and so
Leave the Strand and Piccadilly,
Or you’ll be to blame,
For love has fairly drove me silly,
Hoping you’re the same!”

It’s a long way to Tipperary,
It’s a long way to go.
It’s a long way to Tipperary
To the sweetest girl I know!
Goodbye Piccadilly,
Farewell Leicester Square,
It’s a long long way to Tipperary,
But my heart’s right there.

Extra wartime verse

That’s the wrong way to tickle Mary,
That’s the wrong way to kiss!
Don’t you know that over here, lad,
They like it best like this!
Hooray pour le Francais!
Farewell, Angleterre!
We didn’t know the way to tickle Mary,
But we learned how, over there!

“I Didn’t Raise My Boy to be a Soldier”

Ten million soldiers to the war have gone
Who may never return again;
Ten million mothers’ hearts must break
For the ones who died in vain–
Head bowed down in sorrow, in her lonely years,
I heard a mother murmur thro’ her tears:

Chorus
“I didn’t raise my boy to be a soldier,
I brought him up to be my pride and joy.
Who dares to place a musket on his shoulder,
To shoot some other mother’s darling boy?”
Let nations arbitrate their future trouble,
It’s time to lay the sword and gun away.
There’d be no war today
If mothers all would say,
“I didn’t raise my boy to be a soldier.”

What victory can cheer a mother’s heart,
When she looks at her blighted home?
What victory can bring her back
All she cares to call her own?
Let each mother’s answer in the years to be,
“Remember that my boy belongs to me.”
Chorus

Over There

Johnnie, get your gun,
Get your gun, get your gun,
Take it on the run,
On the run, on the run.
Hear them calling, you and me,
Every son of liberty.
Hurry right away,
No delay, no delay,
Make your daddy glad
To have had such a lad.
Tell your sweetheart not pine,
To be proud her boy’s in line.

Chorus

Over there, over there,
Send the word, send the word over there–
That the Yanks are coming,

The Yanks are coming,

The drums rum-tumming
Ev’rywhere.
So prepare, say a pray’r,
Send the word, send the word to beware.
We’ll be over, we’re coming over,
And we won’t come back till it’s over
Over there.

Johnnie, get your gun,
Get your gun, get your gun,
Johnnie show the Hun
Who’s a son of a gun.
Hoist the flag and let her fly,
Yankee Doodle do or die.
Pack your little kit,
Show your grit, do your bit.
Yankee Doodle fill the ranks,
From the towns and the tanks.
Make your mother proud of you,
And the old Red, White and Blue.

(repeat chorus twice)

Nuevas formas de gestión.

Durante el periodo bélico los Estado, a causa de las exigencias de la guerra, pasaron a invadir numerosos ámbitos de gestión que hasta el momento, en consonancia con la doctrina liberal, le estaban vetados. La supeditación de todos los demás fines a la victoria en el conflicto contribuyó a un claro reforzamiento del poder ejecutivo y a la aparición de las llamadas “dictaduras de guerra”. Así reflejaba esta omnipresencia del Estado H. Hesse en Si la guerra dura dos años más, un escrito publicado en 1917

(H. Hesse, Si la guerra dura dos años más) “Usted bien sabe que hay guerra ¡Guerra en el mundo entero! Pues esto es lo que sostenemos. Para ello promulgamos leyes, y para ello hacemos todos los sacrificios ¡Por la guerra! Sin estos tremendos esfuerzos y sin un rendimiento aumentado de todos, los ejércitos no podrían permanecer en el frente ni una semana más ¡Morirían de hambre! ¡Sería espantoso! Así pues ¡la guerra es lo único que tenemos! El placer y las ganancias personales, la ambición social, la avidez, el amor, el trabajo intelectual… todo eso ya no existe. Únicamente a la guerra debemos que aún haya en el mundo cosas como el orden, las leyes, pensamientos, espíritu…”

La guerra, pues, lo llenaba todo: todo estaba condicionado por la consecución de la victoria final. De esta manera, el sistema se veía constantemente adulterado a causa del objetivo último, de aquella locura en la que medio mundo se embarcó durante cuatro largos años; una locura que, como más tarde se demostró, iba a tener consecuencias irremediables: la imposible vuelta al mundo anterior a 1914.

De esta manera, el Estado fue asumiendo, poco a poco y en contra de las leyes del liberalismo, el papel del mercado. A esto se unieron las políticas proteccionistas de las distintas potencias y la aparición de un amplio código normativo que trataba de reglamentar todo. La financiación del conflicto se llevo a cabo a través de dos procedimientos:

– La inmensa mayoría por medio de créditos, lo que propició que la deuda pública se multiplicara en algunos países por cinco a lo largo de ese periodo.

– Un mínima parte a través de la fiscalidad.

Además, también se procedió a la emisión masiva de moneda, lo que desembocó en un importante problema inflacionista que acompañó a los combatientes durante la parte final del conflicto y los primeros años de posguerra. Por lo tanto, en las potencias beligerantes se asistió a un doble proceso: la adopción por parte de los estados del papel protagónico y la degradación del sistema económico.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.

[4] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[5] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[6] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[7] Si la guerra dura dos años más; Hemann Hesse.