Proyectos para Europa tras el fin de la URSS

Algunas de las diferencias de opinión y de puntos de vista que existen acerca de lo que la UE es y debería ser están ligadas a los «tres grandes» Estados de la Unión. La línea oficial del Reino Unido ha sido desde hace tiempo el intergubernamentalismo, aunque en los años recientes no sea tan extremo como el que sostuvo Thatcher en su momento. Los políticos y los pensadores alemanes más destacados has tendido a concebir Europa en términos de un modelo federal afín al suyo nacional propio. Los dirigentes franceses se inclinan más por una visión centralizada de la UE en la que, no obstante, cada país seguiría sustentando sus intereses nacionales respectivos. Ellos han identificado tradicionalmente (aunque no tanto en la actualidad) los intereses europeos con los franceses. Algunos países miembros más pequeños se han mostrado partidarios de la opción federal, pero la mayoría son reticentes a su implantación, porque consideran que su propia influencia se vería amenazada y disminuida en esa situación. Los nuevos Estados miembros son intergubernamentalistas acérrimos: tras haberse librado del yugo de la Unión Soviética, no tienen intención alguna de adscribirse a otro superestado. Las divergencias entre estos puntos de vista se antojan tan amplias que podrían parecer incluso imposibles de reconciliar. Pues, bien, es imposible reconciliarlas tal y como están expresadas, en su forma convencional, pero deberíamos aprender a concebirlas y a interpretarlas de un modo diferente.

Anthony Giddens, Europa en la era global, p. 266.

Relevo en el Nuevo Laborismo

Artículo publicado en la sección Colaboraciones de La Segunda en junio de 2007.


El pasado día 27 de junio Tony Blair abandonaba el número 10 de Downing Street. El líder laborista que más años ha ocupado el puesto de primer ministro británico dimitió en presencia de la reina; su testigo lo recogió pocas horas después su estrecho colaborador Gordon Brown. Cabe plantearse si este relevo en la cabeza del partido puede calificarse como una nueva etapa.

En mi opinión, es un error pensar que este cambio de protagonistas vaya a variar los planteamientos y el “modus operandi” del laborismo.

El “político-actor” -el hombre sonriente- ha dejado paso al austero y brusco escocés, pero salvo eso y la nueva actitud ante la cuestión de Iraq, nada más ha cambiado. Las líneas marcadas en 1997 por el primer gobierno Blair siguen siendo las claves para entender la actitud británica; la personalidad de Tony y Gordon poco añade. Incluso lo relativo a Iraq es comprensible; el nuevo primer ministro no debe –opine lo que opine- empantanarse en lo que ha resultado ser la tumba de su predecesor.

El Nuevo Laborismo basado en La Tercera Vía del teórico Anthony Giddens continúa siendo la bandera del partido de Brown. Ese giro al centro que planearon él y Blair a principios de los años noventa ha permitido al partido, sin rumbo en la época de Margaret Thatcher, mantenerse en el poder durante más de diez años ¿Tendría sentido, pues, que el nuevo primer ministro desmontase este edificio que el mismo ayudó a levantar? Parece que no. Gordon Brown, mal que le pese a la rancia izquierda europea, va a continuar andando la senda del Nuevo Laborismo. Sabe que sólo esa fórmula –mezcla de justicia social y neoliberalismo- atrae a las clases medias, imprescindibles para derrotar a los conservadores de James Cameron en las próximas elecciones.

Por tanto, nos encontramos ante un gobierno británico en el que, salvo en lo relativo a los protagonistas, poco varía con respecto al último de Tony Blair.

Es lógico, Gran Bretaña no necesita, como la Francia de Chirac, una revolución de arriba abajo. Gordon Brown no ha de ejercer de Sarkozy; ha de jugar el papel de continuista, pero con la ventaja de haber dejado atrás los pesados lastres que arrastraba Blair tras diez años sufriendo el desgaste del poder.

Tan sólo en una cuestión parece diferenciarse el pensamiento de ambos líderes del laborismo: Europa. Es bien sabido que Gordon frenó en numerosas ocasiones el ímpetu europeísta de Tony. Es más, de no ser por él es casi seguro que la libra esterlina hubiera sido sustituida por el euro. Parece claro que, a pesar de su afinidad con la nueva hornada de gobernantes europeos capitaneados por Merkel y Sarkozy, Brown no va a ceder con facilidad parcelas de la soberanía británica ante las necesidades y exigencias de la Unión Europea.