El gobierno en David Hume


En el siglo XVIII, especialmente durante la segunda mitad, Escocia se convirtió en el escenario de un importante desarrollo intelectual. Los miembros de la Ilustración Escocesa -Adam Smith, John Millar, David Hume, Adam Ferguson…- se centraron en el estudio de la filosofía moral y política, la ciencia económica y las ciencias naturales.

Como veremos en el caso concreto de David Hume, a la hora de estudiar la sociedad y el gobierno político, estos autores parten de bases distintas a las planteadas por John Locke en sus Dos tratados sobre le Gobierno Civil. A su vez, centraron buena parte de sus estudios en el análisis del comercio y las instituciones políticas adecuadas para el buen funcionamiento de la economía.

La teoría de los sentimientos

Partiendo de los sentimientos (passions) de placer y displacer, David Hume analiza el comportamiento de los hombres y describe la naturaleza humana. Por tanto, su teoría de los sentimientos está en la base de sus ideas políticas.

Para Hume la razón está sometida a los sentimientos, que son los que guían la conducta humana. De esta manera, su única función es la de controlar e iluminar las consecuencias de los actos inspirados por el placer y el displacer.

La incapacidad del ser humano para satisfacer las necesidades inspiradas por sus sentimientos constituye el fundamento de la sociedad. La falta de medios y la consciencia de la propia debilidad llevan a que los hombres formen comunidades capaces de cubrir esas carencias.

En definitiva, para David Hume el origen de la sociedad no está en sentimientos altruistas, sino en la satisfacción de las necesidades egoístas de sus miembros. El Estado ha de tener como principal objetivo esa tarea, midiéndose su eficacia y sus límites en función de ese criterio.

EL fin del poder político

David Hume considera que el contrato social enunciado por Locke es una ficción. Para él no existe estado de naturaleza, sino que el ser humano nace en sociedad. Por tanto, tampoco tiene sentido hablar de un contrato como mecanismo explicativo del poder político.

El Estado tiene legitimidad en tanto que es útil y necesario para los individuos. Únicamente si se cumple esa condición se someterán estos al gobierno.

A su vez, mientras vela por ese interés común, el gobernante ha de respetar la libertad individual de cada uno de los ciudadanos y la igualdad entre ellos. Es decir, ha de ser neutral ante los diversos intereses particulares.

David Hume sostenía que el desarrollo económico de la sociedad era consecuencia directa del buen gobierno. De ahí que, dentro de su teoría política, una de las principales tareas del Estado sea crear las condiciones necesarias para que la economía crezca.

La importancia de las instituciones

Aunque, a diferencia de Locke o Montesquieu, David Hume no llega a enunciar ninguna separación concreta de poderes, en su teoría política se aprecia cierta tendencia hacia ese fin. Para el pensador escocés, el poder ha de estar institucionalizado, de tal modo que las propias instituciones del Estado se equilibren y contrapesen.

En definitiva, para Hume la importancia de las instituciones radica en evitar la arbitrariedad a la hora de ejercer el poder y aplicar las leyes. La primacía de unas normas claras y aplicadas con rigor, igualdad y justicia es una de las claves del pensamiento de este autor y de la ilustración escocesa en su conjunto.

El pensamiento económico de Adam Smith


Adam Smith (1723-1790) puede ser considerado con toda justicia el padre del liberalismo económico; además del teórico económico más importante del siglo XVIII.

Este escocés, imbuido por las ideas de su tiempo, se basó en el planteamiento newtoniano de las leyes de la física para enunciar las de su propia ciencia, la economía. Sus planteamientos fueron recogidos en su obra más conocida: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, publicada en 1776.

A lo largo de los siguientes párrafos nos sumergiremos en el mundo cultural y científico de la Ilustración escocesa y de la escuela económica clásica, con el fin de repasar, de forma amena y concisa, las principales ideas de Adam Smith.

Los economistas clásicos

Aquellos autores británicos que, entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX, desarrollaron un nuevo tipo de análisis social y político centrado en el crecimiento económico, son conocidos como “economistas clásicos”.

Dentro de este grupo cabe destacar a hombres como David Ricardo, Jeremy Bentham, James Mill, T. R. Malthus, John Stuart Mill y, especialmente, Adam Smith.

A su vez, algunos de estos autores -es el caso del personaje que nos ocupa- se incluyen también dentro del grupo de ilustrados escoceses, donde encontramos personajes de reconocida valía intelectual: David Hume, Adam Ferguson y John Millar.

Los «economistas clásicos» trataron de descubrir los motivos explicativos del comportamiento de las personas en el ámbito de la economía. El objetivo era, por tanto, llevar las leyes de la física, enunciadas por Newton, al ámbito económico y aplicarlas a un sujeto tan impredecible y complejo como el ser humano.

A su vez, estos autores llegaron a dos conclusiones que, a la postre, resultaron fundamentales para el posterior desarrollo de la economía occidental: la importancia del principio de división del trabajo como fuente del crecimiento, y la constatación de una relación causal entre población, riqueza y progreso.

La riqueza de las naciones y las leyes de la economía

Dentro de la producción intelectual de este grupo de teóricos de la economía, destacó La riqueza de las naciones, de Adam Smith. En ella el autor escocés enumeraba sus tres leyes básicas de la economía:

  • La tendencia natural al lucro de todos los seres humanos.
  • La necesidad de la libre competencia.
  • El imperio de la ley de la oferta y la demanda a la hora de fijar los precios y salarios.
A su vez, en esa misma obra, Adam Smith explicó otras ideas claves de su doctrina económica, la mayor parte de ellas compartidas por los llamados «economistas clásicos».

En primer lugar, defendía el papel del trabajo y la producción como las principales fuentes de riqueza. Este argumento se mostraba contradictorio con el pensamiento de los fisiócratas franceses, contemporáneos de Adam Smith que afirmaban la importancia de la tierra como origen de la riqueza.

En segundo término, establecía las bases de la economía en la industria y el comercio, siendo la división del trabajo un factor esencial para el desarrollo. Una vez más, los postulados de Adam Smith se mostraban contrarios a los de los fisiócratas, defensores de la primacía agraria.

Además, en íntima conexión con la primera de sus leyes económicas, establecía que la propiedad privada era indispensable para la existencia de lucro.

El papel del Estado

Adam Smith reservaba en su teoría un papel muy limitado para las autoridades públicas. En La riqueza de las naciones, indicaba que el Estado no debía intervenir en la vida social y económica.

Para el economista escocés, el papel de las autoridades se limitaba a los terrenos de defensa, administración de justicia y a proporcionar servicios sociales y económicos con carácter subsidiario.