Las consecuencias más profundas fueron la larga duración de la crisis y su trascendencia universal.
Además, el aumento del paro redujo la demanda, y los efectos negativos de la sobreproducción se dispararon: cierres de empresas, paro, reducción de la demanda… Desde el punto de vista social, el paro acentuó los antagonismos sociales y las acciones reivindicativas de los sindicatos.
Se incrementó la propaganda y el crecimiento de los partidos comunistas y, como reacción, amplios sectores sociales se acercaron a los movimientos fascistas. Las ideas se radicalizaron y se volvió a la desconfianza y a los recelos surgidos a raíz del Tratado de Versalles y las reparaciones de guerra asociadas a él.
Se produjo un retorno al proteccionismo, pues cada país intentó resolver sus problemas de sobreproducción mediante la protección de sus mercados internos con altas tasas aduaneras.