La Primera Guerra Mundial y las revoluciones rusas


En 1914, el Imperio Ruso entró en la I Guerra Mundial al lado de Francia y Gran Bretaña. El conflicto bélico fue, una vez más, la chispa que desencadenó el movimiento revolucionario que, esta vez, habría de poner fin al zarismo.

La revolución de 1917 se produjo en dos fases:

  • La primera, en febrero, tuvo un carácter liberal y burgués, convirtiendo al Imperio Ruso en una monarquía parlamentaria.
  • La segunda, en octubre, tuvo un carácter socialista y proletario, dando lugar a la primera república socialista del mundo.

Las consecuencias de la I Guerra Mundial para el movimiento revolucionario.

La guerra abocó a la mayoría de la población a unas condiciones de vida miserables. La mayor parte de la industria se transformó en industria de guerra y con ello las necesidades básicas de la población quedaron desatendidas.

A consecuencia de la leva, la falta de mano de obra en el campo redujo la producción agrícola y muchos campesinos se negaron a entregar las cosechas. Los precios subieron con rapidez y la capacidad adquisitiva de los asalariados disminuyó vertiginosamente. La falta de materias primas hizo que las fábricas cerrasen, los que provocó que el paro y la conflictividad social aumentase.

En el plano político, la guerra provocó la desintegración del Estado zarista. Los funcionarios estatales se mostraban descontentos porque el descenso de sus salarios era muy superior al del resto de los sectores sociales.

Además, el desastre militar socavó la autoridad y provocó una situación de descontento entre los soldados y entre una población que veía, espantada, como crecía el número de muertos en el frente.

Con esta situación, las intrigas y los complots en la corte eran continuos, sobre todo aprovechando las largas ausencias del zar mientras visitaba el frente.

Los asuntos políticos quedaron en manos de la zarina, que hacía y deshacía a su antojo bajo la influencia de un extraño personaje, el monje Rasputín. La falta de autoridad y el desbarajuste de la corte estimularon la oposición de la Duma, donde la mayoría de los diputados se unieron para criticar la incapacidad de los ministros y la familia real.

Cada día crecía el convencimiento de que para salvar al país era necesario prescindir de los Romanov e implantar un verdadero sistema parlamentario.

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