La situación de los no-nazis


«La situación de los alemanes no nazis durante el verano de 1933 fue ciertamente una de las más difíciles en las que se puede encontrar el ser humano (…) Todo el que se negara a ser nazi tenía ante sí un panorama nefasto (…) Dicho panorama encierra a su vez sus propias tentaciones… El demonio tiende muchas redes: unas gruesas para las almas rudas y otras finas para las más delicadas».

En la parte final de su libro, Sebastian Haffner nos presenta cuales eran las vías de escape que les quedaban a aquellos alemanes que, en los primeros momentos de la revolución, se habían mostrado contrarios a Hitler. De esta forma, en unas pocas páginas, quedan reflejadas las posturas de los alemanes ante el régimen: la adhesión, la emigración interior –representada por la desesperación-, el aislamiento y la huída a la ilusión, y la emigración.

La adhesión al partido.

«Al mismo tiempo todos los días nos instaban no ya a rendirnos, sino a pasarnos al bando contrario. Bastaba un pequeño pacto con el diablo para dejar de pertenecer al equipo de los prisioneros y perseguidos y pasar a formar parte del grupo de los vencedores y perseguidores (…) Hoy son miles los que pululan por Alemania, los nazis con mala conciencia, hombres que soportan el peso de la insignia de su partido al igual que Macbeth carga con la púrpura de su corona, personas que, cual borregos al matadero, han de llevar sobre los hombros un cargo de conciencia tras otro mientras su mirada furtiva busca en vano alguna posibilidad de escapar. Beben y toman pastillas para dormir, no se atreven a pensar, ni siquiera saben si han de anhelar o temer el fin de la época nazi, gente que, cuando llegue ese día, seguramente deseará no haber pertenecido a ella».

La primera opción que se les presentaba a estos alemanes era unirse a su enemigo. Es decir, pasar a engrosar las filas del nacionalsocialismo. Como podemos leer en el fragmento anterior, no resultaba fácil renunciar al modelo que ofrecía la omnipresente propaganda nazi: la tentación de dejar de ser perseguidos, de acabar con el sufrimiento personal y familiar, y pasar a gozar de las comodidades y la euforia que la pertenencia a la comunidad nacional ofrecía al individuo. Sin embargo, Haffner afirma que esa traición a la propia conciencia, ese falso espejismo que esos individuos aceptaron como forma de vida, tendría en un futuro repercusiones graves para ellos.

La desesperación.

«La segunda tentación consistía en la amargura, en el propio abandono masoquista al odio, al sufrimiento y a un pesimismo sin barreras (…) En algunos casos conduce al suicidio. Pero son muchas más las personas que se organizan para ser capaces de vivir con ella, digamos que torciendo el gesto (…) el único placer oscuro que les queda es deleitarse en la descripción de las atrocidades (…) Por último, hay un estrecho camino que lleva directamente desde este punto al nazismo: una vez que todo da igual, todo está perdido y se ha ido al diablo, ¿por qué no actuar guiados por el más iracundo cinismo y sumarse personalmente al bando de los demonios?»

El mero hecho de considerar imposible escapar de la omnipresencia del régimen nacionalsocialista constituía en sí mismo la puerta de entrada a otra de las “tentaciones” que acosaban al individuo: la desesperación. De hecho, la rendición de la persona ante el Estado se convirtió en un acontecimiento habitual en la Alemania hitleriana. Según el autor, ésta actitud podía conducir a dos caminos bien diferenciados, el suicidio y la adhesión al régimen. Estos eran, al mismo tiempo, muy similares, ya que ambos constituían una renuncia a la propia existencia.

El aislamiento.

«La segunda tentación consistía en la amargura, en el propio abandono masoquista al odio, al sufrimiento y a un pesimismo sin barreras (…) En algunos casos conduce al suicidio. Pero son muchas más las personas que se organizan para ser capaces de vivir con ella, digamos que torciendo el gesto (…) el único placer oscuro que les queda es deleitarse en la descripción de las atrocidades (…) Por último, hay un estrecho camino que lleva directamente desde este punto al nazismo: una vez que todo da igual, todo está perdido y se ha ido al diablo, ¿por qué no actuar guiados por el más iracundo cinismo y sumarse personalmente al bando de los demonios?»

El mero hecho de considerar imposible escapar de la omnipresencia del régimen nacionalsocialista constituía en sí mismo la puerta de entrada a otra de las “tentaciones” que acosaban al individuo: la desesperación. De hecho, la rendición de la persona ante el Estado se convirtió en un acontecimiento habitual en la Alemania hitleriana. Según el autor, ésta actitud podía conducir a dos caminos bien diferenciados, el suicidio y la adhesión al régimen. Estos eran, al mismo tiempo, muy similares, ya que ambos constituían una renuncia a la propia existencia.

La huída a la ilusión.

«…recurrir a medidas de consuelo y alivio tras las que se esconde el anzuelo del demonio. Una de ellas, la favorita de los de mayor edad, consistía en huir hacia un mundo de ilusión (…) trataban de demostrarse a diario a sí mismos y a los demás que era imposible que todo aquello continuase, adoptaban la pose típica del sabelotodo (…) consistía en estar al margen de la situación y observarlo todo con aires de superioridad (…) Una vez alcanzados los éxitos que siempre habían calificado de imposibles, reconocieron su derrota».

Otra posible respuesta ante el acoso nazi era, a juicio del autor, despreciarlos a ellos y, sobre todo, a la locura de su régimen. Pasar a vivir de la ilusión de la caída del nacionalsocialismo. Todos aquellos que opinaban que Hitler no se mantendría en el poder demasiado tiempo, los que insistían en que aquello caería por su propio peso –incluso poniendo fecha al suceso-, engrosaban las listas de este grupo.

Sin embargo, cuando se demostró que el nacionalsocialismo no sólo se aferraba al poder, sino que alcanzaba los éxitos que ningún otro gobierno había logrado obtener, se derrumbaron. De esta forma, estos individuos derrotados pasaron a formar parte de cualquiera de los otros colectivos anteriormente mencionados.

La emigración.

«No, eso de replegarse en la vida privada no funcionó en absoluto. Daba igual donde intentara aislarse uno, pues en todas partes volvía a encontrarse con aquello de lo que pretendía huir. Me di cuenta de que la revolución nazi había suprimido la antigua división entre política y vida privada (…) Si de verdad se quería escapar a sus efectos, solo había una solución posible: el distanciamiento físico, la emigración, despedirse del país al que uno pertenece por nacimiento, idioma y educación y renunciar a todo vínculo patriótico».

El autor defiende que la única solución para salvaguardar la libertad personal en esa “especie de duelo” entre el Estado y el individuo es la emigración de éste último. Sesbastian Haffner sostiene en su obra que dentro del propio régimen nacionalsocialista era imposible mantenerse inviolable, ya que el Estado lo invadía todo. De esta forma, romper con el propio país se presentaba como el único camino. Esto vendría respaldado por algo que indicábamos más arriba: la nación había pasado a identificarse totalmente con la comunidad nacional, y esta con el partido.

Bibliografía:

[1] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2005.

[2] El pacto con el diablo; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2007.

[3] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[4] Anotaciones sobre Hitler; Sebastian Haffner – Galaxia Gutenberg – Barcelona – 2002.

[5] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[6] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[7] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.

[8] El periodo de entreguerras en Europa; Martin Kitchen – Madrid – Alianza Editorial – 1992.

[9] Sociedad y cultura en la República de Weimar: el fracaso de una ilusión; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 1996.

[10] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.