La experiencia acumulada durante la primera mitad del siglo XIX, así como sus objetivos comunes, hizo ver a las organizaciones obreras de diferentes países la necesidad de fortalecer la solidaridad obrera a nivel internacional.
La celebración en Londres de una Exposición Universal (1864) sirvió para establecer lazos entre los dirigentes obreros del Continente. De esta manera, en un mitin político celebrado aquel año en Londres se acordó crear una Asociación Internacional de Trabajadores y se encargó a un Consejo General, encabezado por Karl Marx, la misión de poner en marcha la nueva organización.
La AIT estaba integrada por elementos de diversas tendencias (socialistas, anarquistas y sindicalistas) y se organizaba en federaciones por países miembros. Fue también Marx el que redactó los estatutos y el manifiesto inaugural, en el que dejó claros los dos principios básicos de la organización:
- La emancipación de la clase obrera tenía que ser obra de los mismos trabajadores.
- La conquista del poder político era el primer objetivo de la clase obrera para poderse liberar de su opresión económica.
Se han dado cifras muy diversas sobre cuál fue el número de afiliados que llegó a tener la Internacional. En realidad, la mayoría de los autores coinciden en señalar que su fuerza fue más moral que real y que el número de miembros fue reducido.
De todas maneras, es cierto que la organización intervino en la movilización obrera y en la preparación de huelgas y manifestaciones en muchos puntos del Continente.
El primer congreso de la AIT se celebró en Ginebra en 1866, siendo sus acuerdos más importantes los siguientes:
- Jornada de 8 horas.
- Supresión del trabajo infantil.
- Mejora de las condiciones de trabajo de las mujeres.
- Lucha contra los ejércitos permanentes.
- Oposición a los impuestos indirectos.