Los historiadores y el cine II

La aproximación formal considera que las películas son reflejo de la realidad política y social del momento en que fueron hechas. Un ejemplo ya tópico es la analogía de artículos recogidos en American History/American Film que buscan los aspectos históricos de obras como «Rocky» (problemas de la clase obrera), La invasión de los ladrones de cuerpos (conspiración y sumisión del cuerpo social en los cincuenta), «¡Viva Zapata!» (La Guerra Fría) y «Corazones indomables» (la persistencia d elos ideales norteamericanos). Este punto de vista insiste en que cualquier film puede ser situado «históricamente» -y de hecho así es-, pero no otorga ningún papel específico a las películas que versan sobre temas del pasado. No distingue el film histórico del resto, lo que nos obliga a plantear la siguiente pregunta: ¿por qué no aplicar a los textos el mismo criterio? Ellos también reflejan la época en la que fueron redactados, pero los historiadores consideramos que nos ofrecen información válida y no sólo el reflejo de una época. ¿Por qué debemos estudiar los libros de historia en función de su contenido y los films históricos en función de lo que reflejan? ¿Es que la pantalla sólo reproduce imágenes? ¿Es demasiado cercana la cueva de Platón para que desconfiemos de las imágenes que reproduce la luz?

Robert A. Rosenstone, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, p. 45.

El poder de las imágenes

Pero ni siquiera el exceso de ficción o la falta de rigor son las dos mayores transgresiones del cine a la concepción tradicional de la historia. Mucho más problemática es su tendencia a comprimir el pasado y convertirlo en algo cerrado, mediante una explicación lineal, una interpretación exclusiva de una única concatenación de acontecimientos. Esta estrategia narrativa niega otras posibilidades, rechaza la complejidad de las causas y excluye la sutileza del discurso histórico textual.

Estas críticas a las películas históricas no tendrían importancia si no viviéramos en un mundo dominado por las imágenes, donde cada vez más gente forma su idea del pasado a través del cine y la televisión, ya sea mediante películas de ficción, docudramas, series o documentales. Hoy en día la principal fuente de conocimientos histórico para la mayoría de la población es el medio audiovisual, un mundo libre casi por completo del control de quienes hemos dedicado nuestra vida a la historia. Y todas las previsiones indican que esta tendencia continuará. No hace falta ser un adivino para asegurar que llegará un día (¿no estamos muy cerca?) en el que escribir historia será una especie de ocupación esotérica y los historiadores unos comentaristas de textos sagrados, unos sacerdotes de una misteriosa religión sin interés para la mayoría de las personas que -esperemos- serán lo bastante indulgentes como para seguir pagándonos

Robert A. Rosenstone, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, p. 29.