Experiencias de Google Certified Educator


Después de un tiempo preparándome, hoy por fin he superado la prueba y me he convertido en un docente con certificación del Nivel 1 de Google for Education. Por ese motivo, y pensando que quizá haya compañeros interesados en saber de qué va, me he lanzado a escribir lo que me hubiera gustado leer cuando empecé mi preparación.

El artículo se centra en tres aspectos: cuestiones previas a tener en cuenta, funcionamiento del Training Center y consejos para afrontar el examen. Sin embargo, antes de entrar a eso, me gustaría aclarar algunos aspectos:

  • Google for Education tiene Niveles 1 y 2, así como certificados de Trainer e Innovator. Es cierto que todos, sobre todo el segundo, tienen cosas en común con el que ahora poseo. Sin embargo, para evitar malentendidos, quiero remarcar que me referiré única y exclusivamente a la preparación del certificado que poseo: Nivel 1.
  • Aunque los certificados se centran en Google Classroom y las aplicaciones que facilitan el trabajo en ella, el contenido del curso va mucho más allá. Dicho de otro modo, si alguien piensa que va a aprender únicamente cuestiones relacionadas con esa plataforma educativa, se equivoca.
  • Puede haber personas que, por sus conocimientos informáticos, piensan que no necesitan este tipo de formación. Al menos ese era mi caso. Solo ahora, una vez terminado, me he dado cuenta de lo mucho que he aprendido. Utilizando una analogía con el inglés, se puede decir que yo antes me defendía con el idioma, mientras que ahora lo controlo.

Cuestiones a plantearse antes de comenzar el viaje

En este epígrafe voy a hablar mucho de mí, así que pedir disculpas me parece un buen comienzo. De todos modos ese egocentrismo tiene un motivo, y no creo que haya mejor manera de exponerlo que contando mi experiencia ¿A dónde quiero llegar? Es sencillo: antes de meternos en la aventura de Google for Education debemos plantearnos a dónde queremos llegar y si este camino es el adecuado.

Si entramos por el mero hecho de probar o por colgarnos un medalla más, habremos perdido el tiempo.

Durante el curso 2014-2015 parte de mi labor docente estuvo dedicada al Bachillerato a Distancia. Aunque ya antes había oído hablar de las plataformas educativas, esa fue mi primera experiencia en la materia. Terminé tan satisfecho que no estaba dispuesto a prescindir de ella cuando, al año siguiente, volví a la educación presencial.

Sin embargo, la plataforma oficial de la Consejería de Educación estaba reservada a los cursos de Distancia. Empecé entonces una búsqueda en la que, después de descartar Moodle y la propia Google Classroom, acabé llegando a Schoology. No es el momento de echar flores a esta última, pero tras descubrirla en septiembre de 2015, sigo pensando que es la que mejor se adecúa a mis necesidades.

Puede parecer contradictorio que, en un texto donde se pretende narrar las bondades de Google for Education, reconozca que lo descarté hace doce meses.

Ahora bien, puedo asegurar que no lo es, y para ello solo tengo que remitirme al primer párrafo de este epígrafe. En septiembre de 2015 yo buscaba una plataforma sencilla e intuitiva que me ofreciera una serie de servicios básicos. Y esa, por su complejidad, no era Google Classroom ni ninguna de las aplicaciones que lleva asociadas.

En cambio, un año después, y una vez asegurado eso con Schoology, entendí que era el momento de aprender el funcionamiento de Google. Porque, si algo tengo claro, es que al margen de ese gigante no se puede vivir. Luego puedes usar sus productos o no, pero siempre es bueno conocerlos. En resumen, antes de meternos en este berenjenal quizá debiéramos plantearnos si es realmente lo que necesitamos.

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Bienvenido al Training Center

En la pantalla principal del Training Center está el acceso a los cuatro certificados a los que nos hemos referido anteriormente. Una vez seleccionado el Nivel 1 se plantean tres opciones: «Obtén capacitación», «Obtén práctica» y «Obtén certificación». Teniendo en cuenta que la segunda apenas contiene un mísero folio con ejemplos de preguntas de examen, y que la tercera conduce directamente a iniciar la prueba, vamos a centrarnos en la primera.

Desde mi punto de vista, la obtención de capacitación es lo más interesante que te ofrece Google for Education.

Se trata de un temario dividido en trece unidades con una prueba de evaluación al final de cada una de ellas. Es cierto que un docente con conocimientos informáticos encontrará muy sencillos algunos contenidos, pero no conviene dar por hecho que lo sabemos todo. Cada apartado contiene algún aspecto capaz de sorprendernos.

Por tanto, recomiendo leer todas y cada una de las partes del temario, así como practicar con Google Drive, Gmail, YouTube y demás herramientas lo que vamos aprendiendo con el curso. Sin embargo, esa tarea, que puede llevar en torno a treinta horas, no es suficiente para obtener la capacitación.

Es necesario repetir esa operación al menos una segunda vez –en mi caso fueron tres-, de tal modo que el tiempo dedicado puede terminar situándose entre las sesenta y las noventa horas.

Una vez finalizadas las trece unidades y sus respectivos repasos, la mejoría en el manejo de Google y sus aplicaciones educativas es más que evidente. Puede que aún no tengamos el certificado, pues es necesario pasar el examen, pero sí los conocimientos. Llegados a este punto, podemos decidir quedarnos aquí, pues al fin y al cabo ya hemos aprendido lo que queríamos, o continuar para que Google respalde con su sello nuestras capacidades.

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Cosas que debes saber antes de enfrentarte a la prueba

Reconozco que inicié el curso de capacitación por el mero hecho de aprender a utilizar Google Classroom y sus aplicaciones educativas. Sin embargo, al terminar las trece unidades didácticas empecé a plantearme si merecía la pena hacer el examen. Sabía de sobra que tenía los conocimientos, pero también que solo una certificación demostraría eso a terceras personas. Al final me lancé a ello, y no me arrepiento.

El examen del Nivel 1 cuesta 10$ y, una vez aprobado, tiene una validez de veinticuatro meses. Es decir, pasado ese tiempo hay que renovarlo mediante una nueva prueba.

Para realizarlo hay que ir a la pantalla principal del Training Center, y acceder al apartado “Obtén certificación”. A partir de ahí simplemente debemos seguir los pasos que se indican, rellenar los datos personales y realizar el pago.

Una vez hecho eso, Google envía un correo electrónico con las instrucciones y el enlace para acceder al examen. En teoría se compromete a mandarlo antes de cuarenta y ocho horas, pero la realidad es que suele llegar en menos de cinco. Desde ese momento contamos con siete días para realizar la prueba. Pasado ese periodo el enlace, y por tanto el examen, deja de funcionar.

La prueba tiene dos grandes bloques, y contamos con un límite de tres horas para completarlos.

Una vez que el tiempo empieza a correr, no se puede parar. Por tanto, antes de pinchar en el enlace es fundamental asegurar que no tenemos ninguna tarea pendiente que pueda obligarnos a dejarlo a medias. También hemos de tener en cuenta que, para obtener la certificación, hemos de superar la prueba con un 80% de preguntas correctas.

El primer apartado está formado por veinte preguntas cortas –test, selección múltiple, unir cuadros…- similares a las pruebas de evaluación que se realizan al final de cada una de las trece unidades.

Recomiendo ir con calma en ese punto y, sobre todo, leer muy bien el planteamiento y las posibles respuestas. No pasa nada por consumir cuarenta y cinco minutos en esa parte, aunque lo normal es que con media hora sea suficiente.

El segundo bloque tiene un carácter eminentemente práctico, en donde se nos plantearán once situaciones a resolver con Classroom, Gmail, Calendario, Tareas, YouTube, Sites, Drive, Formularios, Hojas de Cálculo, Documentos, Groups

Esta parte, que puede durar entre hora y media y dos horas, es bastante sencilla si antes hemos practicado con todas esas herramientas.

Una vez terminado el examen, si aún queda tiempo, se nos da la posibilidad de revisarlo y de corregir lo que consideremos oportuno. Podremos volver, por tanto, a esas preguntas cortas en las que dudábamos al principio y revisarlas con más calma.

En definitiva, se trata de una prueba larga –en torno a tres horas- en donde la tranquilidad es un elemento clave. Es fundamental leer atentamente lo que se nos plantea, así como revisar bien nuestras respuestas. Además, aunque tengamos la sensación de que estamos haciéndolo bien, no hemos de confiarnos.

La mayor dificultad del examen de Google for Education no está en las preguntas, sino en el estrecho margen de error que tenemos: solo podemos equivocarnos en un 20% del total.

Las nuevas tecnologías en la experiencia flipped


La aparición del modelo flipped ha ido parejo a la irrupción de las TIC, y más en concreto al triunfo de YouTube y de las apps educativas para teléfonos móviles.

No es casualidad que Jonathan Bergmann y Aarom Sams comenzaran a desarrollar su método aprovechando la posibilidad de subir vídeos a la red. De igual modo, la inmensa mayoría de los profesores que invierten sus asignaturas tienen notables habilidades en el uso de las nuevas tecnologías.

Ahora bien, cabe preguntarse hasta qué punto las TIC son parte fundamental del flipped learning, condición sine qua non para su desarrollo. Y, por otro lado, si en su uso podemos alcanzar un nivel de saturación –inflación tecnológica- que, en lugar de ayudar a nuestros alumnos, les complique su estudio y, por tanto, les perjudique en su aprendizaje.

En las siguientes líneas voy a tratar de responder a ambas cuestiones. Preguntas que pueden resultar sorprendentes por venir de un docente que adora las TIC, pero que como profesional de la educación estoy obligado a plantearme.

¿Son las TIC imprescindibles en el modelo flipped learning?

Tal como está concebida la clase del revés, los contenidos teóricos de la asignatura quedan reservados para el horario no lectivo. Es decir, el estudiante es quien debe trabajarlos por su cuenta en casa. De esta manera, las sesiones en el aula quedan completamente libres para realizar actividades basadas en la cooperación y en el protagonismo del alumnado. Un escenario en el que el profesor, más que un emisor de contenidos, es un asesor y un apoyo ante las problemáticas que puedan surgir. No hemos de olvidar que también es un evaluador, pues dedica la sesión a pasear por la clase rellenando rúbricas.

 Desde mi punto de vista, en ese concepto de asignatura flipped las nuevas tecnologías no son un elemento imprescindible. Es evidente que facilitan notablemente la tarea, ya sea por la posibilidad de subir vídeos –teoría a consultar en el horario no lectivo-, como por las múltiples posibilidades que ofrecen para realizar tareas en el aula. Ahora bien, la explicación puede ser sustituida por apuntes redactados ad hoc por el profesor, o incluso por la lectura del libro de texto. De igual modo, existen múltiples actividades para realizar en clase que no precisan del uso de TIC.

No cabe duda de que el atractivo del modelo flipped sin nuevas tecnologías es mucho menor, y que exige un mayor esfuerzo por parte de docentes y alumnado. Personalmente, no me planteo abandonar mi sistema actual basado en el vídeo como base de la explicación teórica, por ejemplo. Sin embargo, pienso que no se puede negar la posibilidad de dar la vuelta a la clase con medios menos avanzados.

¿Existe la inflación tecnológica en la educación?

Una vez respondida a la primera pregunta, abordamos la cuestión de si puede darse realmente una saturación tecnológica en las aulas. Las TIC son un instrumento muy útil para los docentes, una auténtica revolución en nuestra labor diaria. Ahora bien, como casi todo en esta vida, pueden ser perjudiciales en exceso. En concreto, en nuestro campo, pueden llevarnos a pensar que basta con esos nuevos medios. Y es un error de bulto, pues el docente como persona, como figura de referencia que acompaña a los alumnos en su aprendizaje, quizá es más necesario hoy día que hace una década.

En el caso de los profesores que dan la vuelta a sus clase, me preocupa poco esa “despersonalización” a la que se ha aludido en el párrafo anterior. Si tuviera que destacar una característica común a la mayor parte de ellos es su calidad humana, cuyo principal reflejo es el interés y esfuerzo por mejorar su labor docente. Ahora bien, salvado el riesgo de parapetar el elemento humano tras la trinchera de las TIC, hay que reconocer la existencia de otro peligro: desorientar a los estudiantes con el uso de múltiples aplicaciones informáticas.

Recientemente he pasado a mis alumnos la encuesta docente que suelo realizar, de forma anónima y vía formulario de Google Drive, todos los cursos. Este año he incluido un apartado referido al uso del modelo flipped, donde les preguntaba por de las actividades realizadas, los resultados obtenidos, la calidad de las explicaciones a través de vídeos, y las principales dificultades que habían encontrado. Pues bien, en ese último apartado casi un cuarto del alumnado se ha quejado del número de apps utilizadas durante el curso.

Todo esto me ha llevado a concluir que, a pesar de querer ayudarles, en ocasiones logramos lo contrario con el uso de una ingente cantidad de herramientas informáticas. Como docentes inquietos descubrimos cada semana nuevos productos tecnológicos que sin duda tienen una aplicación práctica para nuestra labor. Sin embargo, corremos el riesgo de que nuestros estudiantes se ahoguen en ese embravecido mar de las TIC.

Parte del trabajo docente es también saber seleccionar qué conviene en cada momento y cuántas apps pueden digerir nuestros alumnos.