La aparición del modelo flipped ha ido parejo a la irrupción de las TIC, y más en concreto al triunfo de YouTube y de las apps educativas para teléfonos móviles.
No es casualidad que Jonathan Bergmann y Aarom Sams comenzaran a desarrollar su método aprovechando la posibilidad de subir vídeos a la red. De igual modo, la inmensa mayoría de los profesores que invierten sus asignaturas tienen notables habilidades en el uso de las nuevas tecnologías.
Ahora bien, cabe preguntarse hasta qué punto las TIC son parte fundamental del flipped learning, condición sine qua non para su desarrollo. Y, por otro lado, si en su uso podemos alcanzar un nivel de saturación –inflación tecnológica- que, en lugar de ayudar a nuestros alumnos, les complique su estudio y, por tanto, les perjudique en su aprendizaje.
En las siguientes líneas voy a tratar de responder a ambas cuestiones. Preguntas que pueden resultar sorprendentes por venir de un docente que adora las TIC, pero que como profesional de la educación estoy obligado a plantearme.
¿Son las TIC imprescindibles en el modelo flipped learning?
Tal como está concebida la clase del revés, los contenidos teóricos de la asignatura quedan reservados para el horario no lectivo. Es decir, el estudiante es quien debe trabajarlos por su cuenta en casa. De esta manera, las sesiones en el aula quedan completamente libres para realizar actividades basadas en la cooperación y en el protagonismo del alumnado. Un escenario en el que el profesor, más que un emisor de contenidos, es un asesor y un apoyo ante las problemáticas que puedan surgir. No hemos de olvidar que también es un evaluador, pues dedica la sesión a pasear por la clase rellenando rúbricas.
Desde mi punto de vista, en ese concepto de asignatura flipped las nuevas tecnologías no son un elemento imprescindible. Es evidente que facilitan notablemente la tarea, ya sea por la posibilidad de subir vídeos –teoría a consultar en el horario no lectivo-, como por las múltiples posibilidades que ofrecen para realizar tareas en el aula. Ahora bien, la explicación puede ser sustituida por apuntes redactados ad hoc por el profesor, o incluso por la lectura del libro de texto. De igual modo, existen múltiples actividades para realizar en clase que no precisan del uso de TIC.
No cabe duda de que el atractivo del modelo flipped sin nuevas tecnologías es mucho menor, y que exige un mayor esfuerzo por parte de docentes y alumnado. Personalmente, no me planteo abandonar mi sistema actual basado en el vídeo como base de la explicación teórica, por ejemplo. Sin embargo, pienso que no se puede negar la posibilidad de dar la vuelta a la clase con medios menos avanzados.
¿Existe la inflación tecnológica en la educación?
Una vez respondida a la primera pregunta, abordamos la cuestión de si puede darse realmente una saturación tecnológica en las aulas. Las TIC son un instrumento muy útil para los docentes, una auténtica revolución en nuestra labor diaria. Ahora bien, como casi todo en esta vida, pueden ser perjudiciales en exceso. En concreto, en nuestro campo, pueden llevarnos a pensar que basta con esos nuevos medios. Y es un error de bulto, pues el docente como persona, como figura de referencia que acompaña a los alumnos en su aprendizaje, quizá es más necesario hoy día que hace una década.
En el caso de los profesores que dan la vuelta a sus clase, me preocupa poco esa “despersonalización” a la que se ha aludido en el párrafo anterior. Si tuviera que destacar una característica común a la mayor parte de ellos es su calidad humana, cuyo principal reflejo es el interés y esfuerzo por mejorar su labor docente. Ahora bien, salvado el riesgo de parapetar el elemento humano tras la trinchera de las TIC, hay que reconocer la existencia de otro peligro: desorientar a los estudiantes con el uso de múltiples aplicaciones informáticas.
Recientemente he pasado a mis alumnos la encuesta docente que suelo realizar, de forma anónima y vía formulario de Google Drive, todos los cursos. Este año he incluido un apartado referido al uso del modelo flipped, donde les preguntaba por de las actividades realizadas, los resultados obtenidos, la calidad de las explicaciones a través de vídeos, y las principales dificultades que habían encontrado. Pues bien, en ese último apartado casi un cuarto del alumnado se ha quejado del número de apps utilizadas durante el curso.
Todo esto me ha llevado a concluir que, a pesar de querer ayudarles, en ocasiones logramos lo contrario con el uso de una ingente cantidad de herramientas informáticas. Como docentes inquietos descubrimos cada semana nuevos productos tecnológicos que sin duda tienen una aplicación práctica para nuestra labor. Sin embargo, corremos el riesgo de que nuestros estudiantes se ahoguen en ese embravecido mar de las TIC.