Desarrollo de la Revolución II


La intentona de julio

Tras la llegada de Lenin a San Petersburgo en abril de 1917, comenzó la lucha sin cuartel entre los bolcheviques y el gobierno provisional. Los unos trataron de debilitar lo más rápidamente al poder establecido tras los hechos de febrero, y los otros buscaron defenderse mediante un mayor control policial. Además, al tiempo que Lenin y sus camaradas utilizaron atrayentes slogans para ganarse el favor del pueblo, Alexandr Kerenski y los miembros de su gobierno hicieron uso de los discursos con el fin de desprestigiar a los bolcheviques:

(Alexandr Fiódorovich Kerenski, 1917) “Vosotros, bolcheviques, que proponéis expedientes tan primitivos -¡detened, matad, destruid!-, ¿qué sois, socialistas o policías del antiguo régimen? Nos recomendáis que sigamos la senda de la revolución francesa de 1792: recomendáis el camino para la futura desorganización del país… Si, con la ayuda de la reacción conseguís destruir nuestro poder, lo que acabaréis teniendo será un auténtico dictador”.

Éste enfrentamiento entre el gobierno provisional y los bolcheviques sólo podía terminar de una forma: con una intentona revolucionaria por parte de éstos últimos. Todos eran conscientes de que Lenin había vuelto a Rusia para hacer la revolución, de que el partido bolchevique no buscaba otra cosa que derrocar al gobierno provisional. De esta manera, el día en que esto sucediera tenía que acabar llegando. Y así fue, en julio de 1917 los bolcheviques fracasaron en su intento de tomar el poder, y, por consiguiente, sus principales líderes tuvieron que exiliarse. Sin embargo, como bien indicaba Stalin en los días posteriores, la lucha no había hecho más que empezar:

(Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili Stalin, 23 de julio de 1917) “Los levantamientos del 16 y 17 de julio han servido para agudizar la crisis. Fue Karl Marx quien afirmó que cada paso delante de la revolución es seguido por otro paso de la contrarrevolución. Considerando los levantamientos como un paso adelante, los bolcheviques aceptamos el honor de que los socialistas renegados nos los atribuyan… Ha terminado la etapa pacífica de la revolución y ha empezado una nueva, un periodo de conflictos enconados y enfrentamientos; la vida continuará siendo agitada, se sucederán las crisis, los soldados y los obreros no se callarán…”

De Kornilov a Octubre

El levantamiento reaccionario de Lavr Georgevich Kornilov dio una nueva oportunidad a los revolucionarios. Éste, en lugar de lograr sus objetivos, favoreció el triunfo del bolchevismo, ya que el gobierno, acosado por las fuerzas de la reacción, tuvo que apoyarse en los activistas del partido de Lenin. De esta manera, una vez alejado el fantasma de Lavr Kornilov, el gobierno provisional quedó prácticamente a merced de los bolcheviques, que habían sido armados para repeler el levantamiento militar. Gracias a los reaccionarios, los revolucionarios, que en su mayoría habían regresado del exilio, estaban en situación de intentar un nuevo asalto al poder, hecho que Lenin percibió desde el primer instante:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin, 12 de septiembre de 1917) “La insurrección de Kornilov era totalmente imprevisible en el momento y en la forma en que se ha producido; se puede decir que ha constituido un giro increíble en el curso de los acontecimientos. Como todo giro radical en los acontecimientos, exige una revisión y modificación de la táctica”.

En primer lugar, cabe plantearse por qué razón los bolcheviques, que iban a ratificar su control sobre los soviets el día 25 de octubre, decidieron llevar a cabo un golpe militar justamente el día anterior. La respuesta más lógica apunta a la cuestión de la legitimidad, del centro desde el que emana el poder. Si este emanaba de los soviets, entonces los bolcheviques, con o sin mayoría, tendrían que someterse a ellos. De ésta forma, mediante un Golpe de Estado, Lenin exigía todo el poder, no para los soviets, sino para los bolcheviques:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin, 12 de octubre de 1917) “Esperar al Congreso de los Soviets es una idiotez porque eso significaría perder semanas en un asunto en el que, ya no las semanas, sino los días, son decisivos”.

A la hora de preparar éste Golpe de Estado, Lenin tuvo muy en cuenta que debían cumplirse dos requisitos: que no fuera frenado dentro del bolchevismo, es decir, por las fuerzas internas más moderadas –Grigori Evseegrad Apfelbaum Zinoviev y Lev Borisovich Kamenev-; y que no se viera desbordado por las masas populares que apoyaban el derrocamiento del gobierno provisional. Una vez cumplidas estas condiciones, se fijó la fecha del Golpe para la noche del 24 al 25 de octubre, momento en el que los simpatizantes bolcheviques ocuparon una serie de puestos fundamentales para el control de san Petersburgo y del país. Lenin lo expresa claramente en el siguiente fragmento, era el momento idóneo para llevar a cabo la revolución:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin, Obras completas) “El éxito de la insurrección está garantizado ahora para los bolcheviques por las siguientes razones: 1ª, que podemos lanzar un ataque repentino desde tres puntos, Petrogrado, Moscú y la Flota del Báltico; 2ª, que tenemos consignas que aseguran un amplio respaldo; 3ª, que disponemos de mayoría en todo el país; 4ª, que la desorganización de mencheviques y social-revolucionarios es total; 5ª, que estamos en condiciones técnicas de conquistar el poder en Moscú; 6ª, que tenemos miles de obreros y soldados armados en Petrogrado, que pueden adueñarse enseguida del Palacio de Invierno, del Estado Mayor General, de las centrales telefónicas y de las grandes imprentas. Nada podrá hacernos evacuar nuestras posiciones y, mientras tanto, se irá desarrollando dentro del ejército una campaña de agitación tal que las tropas se negaran a luchar contra nuestro gobierno de paz, tierra para los campesinos…”

Así se produjo el triunfo de la Revolución de octubre: con la toma de control por parte de los revolucionarios de los puntos de decisión. Esto vendría a corroborar la teoría de que los hechos de octubre fueron más una serie de actuaciones bien organizadas que un movimiento de masas, tal como afirmaba el mito comunista. No obstante, fuese una cosa o la otra, lo cierto es que los bolcheviques se hicieron con el poder, la revolución había triunfado:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin,16 de marzo de 1917) “Queridos camaradas, soldados, marineros y trabajadores: me siento feliz al saludaros en nombre de la victoriosa revolución rusa; de saludar en vosotros a la vanguardia del ejército proletario internacional… Ya no está lejos la hora en que, al llamamiento de nuestro camarada Karl Liebknecht, el pueblo volverá sus armas contra los capitalistas que le explotan… La revolución rusa, hechas por vosotros, ha abierto una nueva era ¡Viva la revolución socialista mundial!”

Paz y tierra

Tras la Revolución, Lenin cumplió una de sus promesas, poner todo el poder en manos de los soviets. Sin embargo, éste hecho escondía una realidad bien distinta, ya que, después de que las fuerzas más moderadas abandonasen los soviets, éstos estaban completamente controlados por los bolcheviques. Es decir, que Lenin, al entregar todo el poder a éstos organismos lo que estaba haciendo era dárselo a su propio partido. Además, con la creación de la figura del Comisario, el poder bolchevique sobre el Estado, la identificación de ambas entidades –Partido y Estado-, se acentuó notablemente. Otras dos medidas tomadas por los bolcheviques tras el triunfo revolucionario fueron:

– El acuerdo con Alemania; la Paz de Brest Litovsk ponía fin a la larga lucha que, de manera interesada, Lenin había mantenido con la Gran Guerra. A lo largo de esos tres años sus consignas habían sido claras, aquella era una guerra imperialista y capitalista, por tanto, el proletariado no debía secundarla. Los obreros debían unirse y volverse contra la clase dominante, hacerse con el control, convertir la guerra mundial en guerra civil. Más o menos, en todos los discursos de los años anteriores, venía a repetir lo que en éste fragmento nos narra Nikolai Bujarin:

(Nikolai Ivanovich Bujarin, Memorias) “Ilich paseaba a grandes zancadas, arriba y abajo, como un tigre enfurecido e indomable. Profundamente sagaz, aquel profeta revolucionario no había desesperado ni un solo momento, jamás se había cruzado de brazos, presa del desaliento. Su primera consigna, en respuesta a la declaración de guerra iba dirigida a los soldados de todos los ejércitos: “¡Volved los fusiles contra vuestros oficiales!” Esta consigna nunca fue publicada; su forma más corriente llegó a ser ésta: “Convertid la guerra imperialista en guerra civil”.

– Nacionalizar la propiedad:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin, discurso ante el Comité Central) “Creemos unánimemente que nuestro primer paso en el camino hacia el socialismo ha de ser la adopción de medidas como la nacionalización de la banca y de los trust de inversión”.

La ayuda del II Reich

La Revolución de octubre, y, en consecuencia, la paz de Brest-Litovsk, no hubiera sido posible sin la ayuda que los dirigentes alemanes prestaron a Lenin. Éstos, con el fin de desestabilizar Rusia, facilitaron en todo lo posible el desplazamiento de los principales bolcheviques desde su exilio suizo hasta los territorios rusos. En sus memorias el general Erich Ludendorff explica el porqué de la actuación alemana:

(Erich Ludendorff, Memorias de Guerra) “Nuestro Gobierno asumió una tremenda responsabilidad al enviar a Lenin a Rusia; pero, desde el punto de vista militar, su repatriación estaba justificada, pues era necesario hacer lo imposible por precipitar la caída de Rusia”.

También M. Hoffmann nos describe aquellos acontecimientos:

(M. Hoffmann, La guerra de las ocasiones perdidas) “Uno de nuestros hombres, que mantenía contactos con los revolucionarios rusos exiliados en Suiza, sugirió la idea de utilizar a varios de éstos para acelerar el proceso de socavación e intoxicación de la moral del ejército ruso. La expuso a Erzberger y al delegado del Ministerio de Asuntos Exteriores. Y de aquí salió el proyecto de transportar a Lenin a Petrogrado a través de Alemania del modo que más adelante se llevó a efecto”.

No es de extrañar, pues, que los enemigos de los bolcheviques acusasen a éstos de haber conspirado con los alemanes para derrotar a Rusia. Sin embargo, como se puede observar en el siguiente discurso, la visión de Lenin era bien distinta:

(Vladimir Illich Ulianov Lenin, 26 de noviembre de 1920) “Podría parecer que el resultado fue parecido a un contubernio entre la primera república socialista y el imperio alemán en contra de otro imperialismo. Pero no hubo alianza ni bloque de ningún género; no traspasamos los límites aceptados, minando o deshonrando al poder socialista, sino que sacamos provecho de la hostilidad entre los dos imperialismos, de tal forma que, a largo plazo, ambos salieron perdiendo. Alemania no sacó de la paz de Brest más que algunos miles de toneladas de trigo, pero introdujo la desintegración bolchevique dentro del país. Pero nosotros ganamos algún tiempo para ir poniendo a punto la creación del Ejército Rojo…”

La ruptura del consenso

Una vez alcanzado el poder los bolcheviques toparon con la oposición de aquellos grupos que les habían apoyado en el derrocamiento del gobierno provisional. La alianza circunstancial, la convergencia, de Lenin con los movimientos contrarios a la política de Alexandr Kerenski, se rompió bien pronto: cuando se vio claramente que los fines del bolchevismo no eran los mismos que los de los demás grupos revolucionarios. De esta forma, uno tras otro, vieron como sus exigencias no encontraban respuesta en el nuevo gobierno surgido tras la revolución:

– El campesinado; en los planes de Lenin sólo cabía un objetivo final claro: la nacionalización de esas tierras, y es evidente que el movimiento campesino no comulgaba con las ideas nacionalizadoras.

– Los soviets; el partido bolchevique ejerció un férreo control sobre ellos. Estos consejos de obreros se convirtieron en meros instrumentos del régimen subordinados a él. Tal como profetizaba el socialista francés Charles Rappaport, el triunfo bolchevique supuso el fin de la revolución:

(Charles Rappaport, 1914) “Todos reconocemos los logros y méritos de Lenin. Es un hombre con voluntad de hierro y un incomparable organizador de grupos. Pero se ve a sí mismo como el único socialista de verdad. Cualquiera que se oponga a él sufrirá su condenación eterna (…) No estoy adscrito a ninguna de las facciones enfrentadas, pero la experiencia de muchos años me lleva a la convicción de que la victoria de Lenin sería la mayor amenaza para la revolución rusa: Lenin la sujetaría tan apretadamente entre sus brazos que acabaría ahogándolas”.

– Las nacionalidades; salvo tímidas concesiones –en su mayoría impuestas por la paz de Brest Litovsk-, la nueva República Socialista tendió a ocupar el puesto del antiguo imperio de los zares, y, en consecuencia, a cumplir su misión. Sin embargo, en un principio la idea de Lenin distaba mucho de coincidir con el imperialismo zarista. Parece que las circunstancias le obligaron, como en tantos otros aspectos, a variar sus planes. Éste fragmento de las memorias de Litvak es un buen ejemplo de cual fue su primera intención:

(Litvak, Memorias de la Primera Guerra Mundial) “Quedamos asombrados de que Lenin propugnase amputar de Rusia los territorios periféricos: Ucrania, las provincias bálticas y demás. Cuando apunté que tenía que estar bromeando, que debía de haber querido decir autonomía y federación, pero seguramente no amputación del Báltico y el mar negro, dos arterias de la economía rusa, replicó que hablaba completamente en serio”.

De esta forma, todas aquellas consignas entonadas en los días revolucionarios -“paz, pan y tierra” o “todo el poder para los soviets-, quedaron, si no en el olvido, si transformadas en su mayor parte al gusto de los bolcheviques. Las promesas de los revolucionarios de octubre se cumplieron en gran medida, pero según el modo de entender de los bolcheviques, que dejaron a un lado a aquellos compañeros de revolución con los que sólo habían coincidido, circunstancialmente, en un periodo de tiempo muy corto. Esto vendría a confirmar la teoría, antes citada, de la escuela independiente.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Obras completas; Vladimir Ilich Lenin – Madrid – Akal – 1975.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.