Los conflictos yugoslavos han tenido una raíz fundamentalmente endógena: han sido viejas rencillas entre pueblos y nuevos problemas entre las élites políticas lo que han provocado el estallido del decenio de 1990. Por ello, atribuir a la comunidad internacional, o a algunos de sus miembros, un papel de relieve en la gestación de los contenciosos yugoslavos parece excesivo. Naturalmente que hay que recordar, eso sí, que la crisis, y la posterior desaparición, del sistema y del bloque soviético algo tuvieron que ver con los conflictos yugoslavos: aunque en modo alguno eran la causa de estos últimos, sí que proporcionaron un entorno internacional en el que la manifestación de tensiones como las que nos ocupan era más factible.
Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 85.