Turquía ante la Unión Europea

El acceso de Turquía a la UE genera divisiones en los países miembros por muy diversos motivos: su tamaño, su localización geográfica, su bajo nivel de desarrollo económico y su carácter de sociedad predominantemente islámica. Pero el gran peligro actual es que las actitudes esquizofrénicas de los líderes de la UE hacia Turquía acaben desencadenando el peor de los escenarios posibles.

La UE debería respaldar mucho más incondicionalmente la decisión que ya ha tomado: aceptar a Turquía como candidata al ingreso. Muchos europeístas de Turquía, de diversas tendencias del espectro político, se sienten decepcionadas por la poco entusiasta acogida que la UE les ha dispensado. Turquía es miembro de todas las organizaciones europeas salvo la UE y pertenece a la OTAN desde hace mucho tiempo. No hay duda de que existen obstáculos importantes que superar antes de que el ingreso de Turquía pueda hacerse realidad y entre éstos está el enfrentamiento sobre el futuro de Chipre. Pero si la UE le diera la espalda a Turquía en ese momento, el resultado podría ser una disminución del ritmo de crecimiento del país, así como una mayor polarización política y una sociedad resentida que tendería a mirar hacia el este antes que hacia el oeste. Quienes hablan actualmente de poner obstáculos a la entrada de Turquía deberían reflexionar sobre si lo que realmente quieren es un Estado lleno de problemas, dividido y, posiblemente, antagonista a las puertas de Europa. Una Turquía democrática, liberal y próspera como Estado miembro de la Unión es una perspectiva mucho más atractiva que una Turquía en quiebra y en actitud introspectiva.

Anthony Giddens, Europa en la era global, p. 281.