La consolidación del nacionalsocialismo V: la reacción de la intelectualidad


La reacción de la intelectualidad ante el ascenso del NSDAP y de su política cultural fue diversa:

  • Adhesión al régimen: a los intelectuales alemanes se les presentaba la opción de unirse a su enemigo; es decir, pasar a engrosar las filas del nacionalsocialismo o, por lo menos, aceptarlo.

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “Al mismo tiempo todos los días nos instaban no ya a rendirnos, sino a pasarnos al bando contrario. Bastaba un pequeño pacto con el diablo para dejar de pertenecer al equipo de los prisioneros y perseguidos y pasar a formar parte del grupo de los vencedores y perseguidores (…) Hoy son miles los que pululan por Alemania, los nazis con mala conciencia, hombres que soportan el peso de la insignia de su partido al igual que Macbeth carga con la púrpura de su corona, personas que, cual borregos al matadero, han de llevar sobre los hombros un cargo de conciencia tras otro mientras su mirada furtiva busca en vano alguna posibilidad de escapar. Beben y toman pastillas para dormir, no se atreven a pensar, ni siquiera saben si han de anhelar o temer el fin de la época nazi, gente que, cuando llegue ese día, seguramente deseará no haber pertenecido a ella”.

Como podemos leer en el fragmento anterior, no resultaba fácil renunciar al modelo que ofrecía la omnipresente propaganda nazi: la tentación de dejar de ser perseguidos, de acabar con el sufrimiento personal y familiar, y pasar a gozar de las comodidades y la euforia que la pertenencia a la comunidad nacional ofrecía al individuo. Sin embargo, Sebastian Haffner afirma que esa traición a la propia conciencia, ese falso espejismo que esos individuos han aceptado como forma de vida, tendrá en un futuro repercusiones graves para estos sujetos.

  • Emigración interior; no aceptaron el nacionalsocialismo, pero permanecieron en Alemania. Para describir esta postura continuaremos con la descripción de “tentaciones” que se nos ofrece en la parte final de Historia de un alemán:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “Aún he de hablar de una tercera tentación (…) su punto de partida es precisamente el reconocimiento de las tentaciones anteriores: uno no desea corromperse interiormente a través del odio y el sufrimiento (…) La única solución es ignorarla, desviar la mirada, taparse los oídos y aislarse. Pero esto sólo conduce a un endurecimiento producto de la debilidad y, en definitiva, a otra forma de delirio: la pérdida del sentido de la realidad”.

Como se indica en el fragmento anterior, el conocimiento de los peligros anteriores –descritos en Historia de un alemán: desesperación y adhesión al partidos-, y el afán por querer evitarlos, llevó a muchos a caer víctimas de otra “tentación”: la de aislarse. Se trataba de ignorar todo lo que sucedía alrededor, de evitar que eso afectase al individuo. Sin embargo, esta aparente solución condujoa muchos intelectuales, según indica Sebastian Haffner, a perder el sentido de la realidad, a vivir en un mundo inexistente que, a la larga, acabaría chocando con el real.

  • Emigración; estos lucharon en muchos casos desde fuera formando frentes antifascistas y concienciando a la comunidad internacional del peligro nazi:

(B. Brecht, Sobre la denominación de emigrantes) “Siempre me pareció falso el nombre que nos han dado: / emigrantes. / Pero emigración significa éxodo. Y nosotros / no hemos salido voluntariamente / eligiendo otro país. No inmigramos a otro país / para en él establecernos, mejor si es para siempre. / Nosotros hemos huido. Expulsados somos, desterrados. / Y no es hogar, es exilio el país que nos acoge… / Pero ninguno de nosotros / se quedará aquí. La última palabra / aún no ha sido dicha”.

(Georg Grosz, Un sí menor y un NO mayor) “El 12 de enero subimos en Bremerhaven al vapor Stuttgart de la compañía Norddeutscher Lloyd. El día 23 llegamos a Nueva York… nos llegó la noticia del incendio del Reichstag, que iluminó con su luz trágica todo el escenario. Entonces comprendí que había intervenido una “providencia” que me quiso salvaguardar (…) Pronto llegaron cartas por las cuales me enteré de que habían ido a buscarme a mi casa vacía de Berlín, y también a mi estudio. Me permito dudar de que hubiese salido con vida de aquello”.

Por su parte, Sebastian Haffner defiende que la única solución para salvaguardar la libertad personal e intelectual es la emigración. Sostiene en su obra que dentro del propio régimen nacionalsocialista era imposible mantenerse inviolable, ya que el Estado lo invadía todo. De esta forma, romper con el propio país se presentaba como el único camino. Esto vendría respaldado por algo que indicábamos más arriba: la nación había pasado a identificarse totalmente con la Comunidad Nacional, y esta con el partido. Para todo aquel alemán que no abrazase el nacionalsocialismo, Alemania había dejado de existir:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “No, eso de replegarse en la vida privada no funcionó en absoluto. Daba igual donde intentara aislarse uno, pues en todas partes volvía a encontrarse con aquello de lo que pretendía huir. Me di cuenta de que la revolución nazi había suprimido la antigua división entre política y vida privada (…) Si de verdad se quería escapar a sus efectos, solo había una solución posible: el distanciamiento físico, la emigración, despedirse del país al que uno pertenece por nacimiento, idioma y educación y renunciar a todo vínculo patriótico”.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] Un sí menor y un NO mayor; Georg Grosz – Madrid – Anaya – 1991.

[8] Sobre la denominación de emigrantes; Bertolt Brecht.

Primera hoja de la Rosa Blanca


Abro otra nueva brecha en la temática de este blog; en concreto en lo referente a la Historia de Alemania. Se trata de la publicación, con algún que otro comentario -en cursiva y subrayado-, de las hojas de la Rosa Blanca. Esta organización de estudiantes que se opuso al régimen nazi es un buen ejemplo de actuación contra el totalitarismo desde la propia sociedad civil. En cierto modo guarda cierta relación con la oposición interior a los regímenes comunistas de la Europa del Este. Les dejo con el primer fragmento:

Nada es más indigno para un pueblo civilizado que dejarse “gobernar”, sin oponer resistencia, por una camarilla irresponsable que se deja llevar por sus bajos instintos ¿No es cierto que, hoy en día, todo alemán honrado se avergüenza de su gobierno? ¿Quién alcanza a vislumbrar el alcance de la ignominia que sobrevendrá sobre nosotros y sobre nuestros hijos, cuando haya caído la venda de nuestros ojos y salgan a la luz los horrendos crímenes que superan toda medida? Si el pueblo alemán está ya tan corrompido y descompuesto en su interior que, sin mover una mano, y por una temeraria confianza en las equivocadas leyes de la historia, abandona lo más alto que posee el hombre, lo que lo alza por encima de las demás criaturas: su voluntad libre de injerir en la rueda de la historia y someterla a su decisión racional, si los alemanes –exentos de toda individualidad- se han convertido en una masa sin espíritu y cobarde, entonces se merecen el hundimiento.

Al llegar a este punto es inevitable relacionar esta última palabra con el título de una obra de Joaquim Fest llevada recientemente al cine: “El hundimiento”. Desde luego, los jóvenes miembros de la Rosa Blanca no imaginaban el final atroz del III Reich tal como lo había planeado Hitler si salía derrotado en la II Guerra Mundial. Sin embargo, fue el propio dictador el que afirmó que el pueblo alemán merecería ese destino si no triunfaba en el conflicto, si no demostraba ser superior a sus enemigos eslavos. Es más, una vez fue consciente de que la victoria era imposible, se aseguró de que el hundimiento de Alemania fuera total.

Goethe denominaba a los alemanes un pueblo trágico, similar al judío y al griego; pero hoy parece que se han convertido en un rebaño de secuaces, superficial y sin voluntad, a quienes les han quitado hasta los tuétanos; faltos de núcleo, están dispuestos a arrastrarse al hundimiento. Parece… pero no es así; antes bien, como fruto de una violación lenta mentirosa y sistemática, cada persona ha sido recluida en una cárcel inmaterial; sólo cuando se ha visto encadenada, ha sido consciente de la perdición. Esa cárcel inmaterial, tan típica de los sistemas totalitarios, se encontraría reflejada también en las obras como la de Victor Kemplerer, Sebastian Haffner y Stefan Zweig entre otros. Pocos han reconocido la amenaza de la corrupción, y el premio por sus advertencias heroicas ha sido la muerte. Sobre el destino de esas personas habrá que hablar aún.

Bibliografía:

[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.