A partir de 1950, la mayor tolerancia ideológica y la diversidad de órganos institucionales diferenciaron claramente al gobierno yugoslavo de los demás gobiernos del Este. Es bien cierto, sin embargo, que algunos de los vicios originales del estalinismo se mantuvieron posteriormente, como el culto a la personalidad, la tendencia a imponer prácticas del “centralismo democrático”, el control directo del ejército y la policía política por el aparato partidario y la persecución de todo tipo de oposición.
José Carlos Lechado y Carlos Taibo, Los conflictos yugoslavos, p. 27.