El debate sobre el cine en la historiografía

A pesar de la notable actividad académica acerca de las relaciones entre la historia y los medios audiovisuales -artículos, monografías, comunicaciones y simposios organizados por la American Historical Review, la Universidad de Nueva York y la Sociedad Histórica de California- sólo he encontrado dos planteamientos de la que me parece es la cuestión básica: ¿puede nuestro discurso escrito transformarse en un discurso visual?

R. J. Raack, un historiador que ha participado en la producción de varios documentales, es un defensor convencido de dicha posibilidad. Según su punto de vista, las imágenes son más apropiadas para explicar la historia que las palabras. La historia escrita convencional es, según él, tan lineal y limitada que es incapaz de mostrar el complejo mundo de los seres humanos. Sólo las películas -capaces de incorporar imágenes y sonidos, de acelerar y de reducir el tiempo y crear elipsis-, pueden aproximarnos a la vida real, la experiencia cotidiana de las “ideas, palabras, imágenes, preocupaciones, distracciones, ilusiones, motivaciones conscientes e inconscientes y emociones”. Únicamente el cine nos proporciona una adecuada “reconstrucción de cómo las gentes del pasado vieron, entendieron y vivieron sus vidas”. Sólo los films pueden “recuperar las vivencias del pasado”.

El filósofo Ian Jarvie, autor de dos ensayos sobre cine y sociedad, defiende una postura totalmente opuesta. Las imágenes sólo pueden transmitir “tan poca información” y padecen tal “debilidad discursiva” que es imposible plasmar ningún tema histórico en la pantalla. La historia, explica, no consiste en “una narración descriptiva de aquello que sucedió” sino en “las controversias entre historiadores sobre lo que pasó, por qué sucedió y su significado”. Aunque es cuerto que “un historiador podría explicar su punto de vista por medio de una película o de una novela, ¿cómo podría defenderlo, introducir notas al pie y refutar a sus críticos?”

Robert A. Rosenstone, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, p. 31.

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