Con el comienzo de la Gran Guerra, Occidente se adentró en un túnel de cuatro años que acabó por transformar de manera radical las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales existentes hasta entonces. Este traumático conflicto y los duros años de posguerra que lo siguieron marcaron el final de un mundo y el nacimiento de otro: se produjo un cambio de época. La magnitud de la Guerra, el número de potencias implicadas, la categoría de las mismas, la utilización de nuevos ingenios armamentísticos, las privaciones a las que fueron sometidos los habitantes de las naciones contendientes, los nuevos movimientos sociales y políticos surgidos a raíz del conflicto, las barbaridades de la guerra, los errores de la paz, la cristalización de las enemistades… todo esto contribuyó a que la vuelta a atrás, el regreso a la vida anterior a 1914, fuera imposible. El mundo occidental se vio condenado a emprender una nueva andadura, a dejar a un lado las antiguas estructuras. El estallido y desarrollo de la Gran Guerra condujo irremediablemente a Occidente hacia una nueva existencia. La importancia de este conflicto, independientemente de su desarrollo puramente bélico, fue enorme. Configuró el mundo posterior a 1914.
Sería un error atribuir toda la responsabilidad de este gran cambio a las declaraciones de guerra del verano de 1914 y al posterior desarrollo bélico. Ambos, el gran cambio y el conflicto, venían forjándose desde los años atrás. Podemos afirmar que las décadas anteriores a la Gran Guerra – la ruptura del viejo sistema de equilibrio bismarquiano-, marcadas por la cristalización de los respectivos bloques, la creciente hostilidad entre las potencias, y el arraigo del nacionalismo entre las masas populares y sus dirigentes, fueron el preámbulo de un enfrentamiento que terminó por acelerar y descontrolar un proceso de transformación ya existente.
Esta guerra que lanzó al hombre occidental a un nuevo mundo en apenas cuatro años fue fruto de las transformaciones experimentadas por las principales potencias en el transito del siglo XIX al XX. La pugna ideológica –el ansia nacionalista por obtener prestigio- y territorial entre los imperios coloniales, el establecimiento de alianzas diplomáticas con fines defensivos y ofensivos, y la carrera armamentística, no fueron más que la antesala de una guerra que acabó por minar la confianza en el futuro tan representativa del último cuarto del XIX. De la confianza y el respeto a lo establecido, surgió tras el conflicto la desconfianza, las alternativas políticas, culturales y económicas al que Stefan Zweig califica como El mundo de Ayer.
Bibliografía:
[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.
[2] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.
[3] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.
[4] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.
[5] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.
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