Una vía nueva


Transcribo a continuación el segundo fragmento de los discursos de Robert Schuman. Es, como se puede comprobar, más largo del anterior, ya que en el fondo viene a desarrollar algunos de esos contenidos iniciales y básicos. El Padre de Europa trata de explicar en los siguientes párrafos como construir esa Comunidad -de valores comunes, a la par que respetuosa con las particularidades regionales- orientada a un bien común de carácter supranacional.

“¿Cómo conseguirlo? En el pasado, los Estados aseguraban su cooperación por medio de contratos bilaterales y multilaterales. Esos acuerdos comportaban concesiones recíprocas, incluso sacrificios dosificados exactamente más o menos libremente consentidos. Cada una de las partes procuraba que prevaleciese, que quedasen salvaguardados sus propios intereses nacionales, regateando lo mejor posible. Esos acuerdos siguen siendo el instrumento principal de toda organización internacional; su observancia es asunto de buena fe y de lealtad; su violación da lugar a perjuicios e intereses o medidas de represalia.

Los tratados que establecerá progresivamente la Europa comunitaria integrada proceden de un método diferente, de un espíritu diferente; crean unas estructuras, unas entidades políticas nuevas. Esos tratados prevén no solo obligaciones, sino que crea instituciones dotadas de una autoridad propia y autónoma. A los organismos políticos o económicos les son reconocidos por los países unificados poderes claramente definidos y limitados. Junto a las soberanías nacionales, que seguirán siendo predominantes, habrá una parte de soberanía comunitaria delegada por los Estados participantes.

Estos organismos nuevos no serán Comités de ministros o de delegados de los Gobiernos asociados. En su seno no se enfrentarán intereses nacionales. Estarán exclusivamente al servicio de la Comunidad supranacional, que tiene objetivos e intereses diferentes de los de cada una de las naciones afiliadas. Los intereses nacionales particulares deben fusionarse en el interés común, lo mismo que los intereses particulares de los ciudadanos se confunden con el interés nacional. Junto a este habrá en adelante, para todos los ciudadanos de la Europa integrada, un interés comunitario, ante el cual habrá que sensibilizar las opiniones públicas. Es un proceso de larga duración, una obra de educación de aquellos que se beneficiarán de una ciudadanía europea comunitaria junto a su primera ciudadanía nacional. La conciencia de esta nueva ciudadanía seguirá tanto la orientación de los espíritus como la aparición de las nuevas instituciones unificadas.

La Europa comunitaria así definida, ¿tendrá posibilidades de éxito en un mundo en el que el repliegue de los pueblos sobre sus intereses nacionales, en sus egoísmos miopes, es un fenómeno constante porque responde a instancias, a sentimientos, profundamente anclados en la naturaleza humana?

Como toda nueva empresa política, esto será, en definitiva, un asunto de voluntad y de clarividencia. Pero en este caso, la voluntad humana se verá admirablemente apoyada en raíces clavadas todas en una misma y única civilización que dio nacimiento a una magnífica floración de culturas nacionales y regionales. El sustrato europeo es particularmente favorable a la emergencia de un conjunto comunitario de un tipo nuevo”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

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